Dumb Money: Asesoría financiera post COVID
Ya van varios cineastas que se han arriesgado a estructurar relatos sociales muy recientes suscitados durante la época pandémica, sin embargo, han sido pocos (o incluso nulos) aquellos que han logrado salir victoriosos de esta precoz labor.
Craig Gillespie puede estar tranquilo en cuanto esto, pues su vertiginoso estilo narrativo basado en el cine coral y con una particular tarea de montaje, han encausado una tan entretenida como esclarecedora (y hasta educativa) cinta que nos revela uno de los casos más peculiares dentro del mundo de los negocios y la bolsa de valores, y que no solo estremeció a la sociedad, pues también cimbró a la política y los altos mandos capitalistas.
Tras la desastrosa “Cruella”, Gillespie retoma de cierta forma la calidad mostrada en “I, Tonya” al estructurar sus personajes a través de la fugacidad y precisión de su montaje. El director presenta dos principales vehículos protagonistas en los rostros de Paul Dano y Seth Rogen para fijar el lado luminoso y el oscuro, respectivamente, dentro de la bolsa de valores. Debajo de ellos, coloca jugadores en todos los ámbitos y estratos sociales que participarán dentro de la acción que precisa su título: “Dumb Money”. El principal valor radica en que, a pesar de ser más de 8 personajes, todos logran obtener un trasfondo y/o motivación detrás de su “tonta” inversión.
A través de estos 10 personajes (o más) se construye una historia muy básica, pero a la vez lo bastante elocuente, interesante y adaptable a todo entendimiento, incluso si no se encuentra familiarizado con los términos y acciones de Wall Street y la bolsa de valores. Así, Gillespie construye en un segundo plano la ahora mítica historia de GameStop, la tienda física de venta de videojuegos que irónicamente funge aquí como un “macguffin” (o elemento distractor), para dirigir nuestra atención en los vaivenes de la inversión, las situaciones cotidianas, riesgos y sacrificios familiares, económicos y sociales que conlleva no solo el “invertir”, sino que también ahonda en la irrupción de las herramientas y/o aplicaciones para ello y por supuesto, en la corrupción del sistema.
Desgraciadamente esa simplicidad es la que también no deja crecer a su relato hacía el final, donde Gillespie paga las consecuencias de verter toda la información en su inicio y desarrollo, restándole solamente la dignidad de llevar a su historia a un buen puerto. Es en el lapso final donde aparecerán los clichés moralinos, las convencionalidades de superación personal y finalmente los matices del “blanco” y del “negro” que quiebran un poco tanto el ritmo como la objetividad de la historia. Así mismo, existen ciertas personales y/o relacionales que, en lugar de aportar a la estructura de personajes, resta un poco de metraje a lo que quizá pudo haber sido algo importante.
Hay que destacar por otro lado el manejo del humor negro, uno muy natural y que nace de las propias situaciones y personalidades, con menciones honoríficas para Dano y su pareja en pantalla, la extraordinaria y muy desperdiciada Shailene Woodley. En el otro bando, Sebastian Stan y Rogen ofrecen papeles muy elogiables y salidos de su estereotipo, demostrando su talento y solvencia dramática y/o tragicómica.
Un cuento de Robin Hood moderno, que incluso llega a resaltar en ciertos aspectos por encima de cintas como “Big Short” gracias a simplicidad con la que el guion y dirección traduce el contexto y las acciones alrededor de la bolsa de valores. Gillespie crea un relato que nace del humano y no del sistema, una decisión narrativa que se adapta de manera casi perfecta al dinamismo de su desarrollo y que, por consecuente, hace que empaticemos y nos interesemos por el destino de sus personajes, tanto los malos, como los buenos.
Una excelente opción en cartelera