El Ombligo del Cielo, Íntima y Universal

No entiendo por qué la discusión se centra en si se debe apoyar al cine nacional o no cuando la verdadera discusión debería ser cuáles son los criterios que se aplican a la hora de destinar fondos del erario público o incluso el proceso de selección de proyectos para ofrecer productos de calidad a una cada ve mayor audiencia nacional y en el extranjero. Si bien el cine nacional ha debido pasar por un arduo proceso de “purificación” para dejar atrás los días aciagos del cine de ficheras, albures y exclusividad de cine de denuncia en que debió refugiarse por un largo período y realizar cintas para un reducido grupo de personas “contestatarias y revolucionarias”, la cada oferta de producciones nacionales es cada vez más amplía.

“El cine mexicano es un asco, las verdaderas producciones se realizan en los Estados Unidos de (Norte)América, me impresiona el fervor con que defiendes al cine nacional” me dijo una vez (palabras más, palabras menos) un buen amigo, a lo que contesté que declaraciones como esa únicamente mostraban ignorancia  y mediocridad de apreciación. Cintas como Año Bisiesto (Michael Rowe, 2010), Las Razones del Corazón (Arturo Ripstein, 2011), y más recientemente Hecho en México (Duncan Bridgeman, 2012) son testimonios de la creciente buena calidad de las películas mexicanas.

Quizá sea que arrebatos malinchistas no permiten ver que el que el cine mexicano sea percibido como un género en sí mismo no es una percepción del todo negativa, ya que como nación tenemos no sólo el derecho, sino quizá la obligación de tener una identidad propia y una visión que nos defina en el arte.

A todo este grupo de directores veteranos y noveles se une Carlos Gómez Oliver, desarrollado básicamente en el campo del documental, Carlos presenta su primer largometraje En El Ombligo del Cielo. Son muchos los temas que preocupan al director y lo hace evidente en su cinta. La desigualdad social, el reinante clasismo del nuevo orden mundial, la falta de comunicación y brecha generacional que diluye las relaciones humanas de un planeta que estrecha distancias a nivel global pero que abre abismos en lo personal es una realidad mundial con que hemos aprendido a vivir pero no a lidiar. Concentrados como estamos en desarrollarnos profesionalmente hemos dejado de lado las necesidades emocionales básicas de afecto y comunicación y el director lo sabe.

Y es el tratamiento de esta nueva condición humana la clave para el éxito de la cinta, aunque con un final 100% predecible, el encanto de la cinta se centra en el desarrollo de los personajes. Andrea (Magali Boyselle) es una exitosa ejecutiva en una agencia de publicidad cuya obsesión laboral ha construido una valla a su alrededor haciendo de ella una mujer neurótica, clasista y soberbia; Gualberto (Noé Hernández) es un trabajador de intendencia en el edificio donde trabaja Andrea, no tienen nada en común, incluso Andrea ignora la mera existencia de Noé… hasta que un hecho fortuito los reúne (y literalmente atrapa) en la azotea del corporativo donde, sin ella saberlo, conviven diariamente.

¿Cliché? Muy probablemente, pero la dirección con alta influencia de elementos teatrales (lenguaje corporal, ángulos, diálogo incluso entonación) hacen de esta comedia un largometraje altamente disfrutable pero, sobre todo, promisorio. Algunos fallos en el la dirección se diluyen acertadamente con la evidente química que hay entre los actores siempre cobijados por un guión sólido (escrito por el director mismo) que en todo momento sabe hacia dónde desea llevar a sus personajes. Íntima y agradable, En el Ombligo del Cielo es una buena oportunidad para poner el ojo en un director que promete, si no tuerce el camino, producciones más ambiciosas y complejas.

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