Elemental: ¿Qué te pasó Pixar? Antes eras chévere

En el año 2003 fue estrenada “Los Niños de la Lluvia”, una historia acerca de 2 tribus elementales, una de fuego y otra de agua, que combatían por ganar la guerra, y en el medio, florecía un romance entre un par de jóvenes (uno de cada especie) destinados a acabar con el conflicto. Si bien la película de Philippe Leclerc no es la gran cosa (la historia es predecible, el desarrollo es esquemático y los personajes son muy arquetípicos), es disfrutable por el cuidado en la ambientación, un estilo de dibujo sencillo y la banda sonora de Didier Lockwood. Además, es un buen aliciente para motivar a los niños a ver cine animado más allá de lo que las grandes casas productoras de Estados Unidos ofrecen, y por ende, empezar a ver cine de otros países. Dentro de sus limitantes, es una película que se ha ganado justamente su valor.

Ahora, ¿por qué les he contado esto? Porque, como ha sido costumbre de Pixar desde sus inicios, la cinta animada francesa es la nueva víctima de la compañía al, una vez más, aprovecharse del olvido colectivo en el que se encuentra para copiar su concepto y venderla como historia original a las masas, sólo que esta vez reemplaza la fantasía épica por una comedia romántica e intercambia los roles de los protagonistas. Como siempre, lo que importa no es la idea, sino la ejecución de esa idea, y tristemente, este es otro ejemplo más de que el estudio deberá seguir recurriendo a exprimir la nostalgia de sus primeros proyectos para subsistir, porque sus ideas originales no están funcionando.

La verdad es que inicia bastante bien, pues el contexto y el universo que plantea son llamativos, siendo una analogía a la inmigración y adaptación de esas personas que, por buscar nuevas oportunidades y empezar una nueva vida, deben dejar atrás su hogar (incluso, tomando en cuenta la ambientación, música y hasta la pronunciación del dialecto de su cultura, las personas de fuego parecen una reivindicación de las culturas de Medio Oriente, una comunidad que, hasta le fecha, es raro ver en medios de entretenimiento porque todavía hay recelo guardado por “ESE evento”). Incluso, el hecho de que el padre de Ember sea el discriminador en vez del resto de los habitantes le da cierta frescura, porque muchas veces la gente no se adapta al nuevo entorno por los prejuicios personales, a pesar de que los demás les den la oportunidad.

Sin embargo, todo esto queda desechado por una historia de amor formulaica, predecible, que no propone nada nuevo y está formada de clichés ya vistos hasta el cansancio: el romance prohibido, los opuestos se atraen, etc. Y esto provoca que todo el planteamiento inicial y los mensajes sociales que quiere tocar se queden a medias, la historia es tan dispersa que no llega a nada y la resolución es tan barata que da la impresión de que no sabe qué quiere contar. Si el romance debía quedarse, había que complementarlo con la analogía antes mencionada y hacer que la ciudad se convirtiera en un personaje más, no dejarlo de lado ni con una construcción de mundo pobremente realizada (¿por qué el papel no se deshace al quemarse o humedecerse? Si todos los elementos pueden atravesar la malla metálica, ¿para qué se hace en primer lugar? Si existe el acero en este mundo, ¿por qué no reparan la puerta de la presa con eso mismo? ¿Llevar una esponja a una escuela de agua es el equivalente a traer una pistola?).

Debido a esto mismo, es difícil interesarse o emocionarse por los personajes, pero irónicamente son los que sostienen la cinta. Ember es obstinada, terca, frenética y atenuada por la obsesión de ser perfecta, nadie le exige, pero no quiere fallar y la relación con su padre es bonita. En cambio, Wade no tiene miedo a ser cómo es, es noble y simpático y agradable, pero verlo llorar por cualquier nimiedad durante toda la película se vuelve desesperante muy rápido. El resto son planos y hasta parecen creados para hacer chistes fáciles (todas las personas de fuego son enojonas, todas las personas de agua son lloronas, etc.). El tercer acto también queda escueto por la misma falta de enfoque que tuvo la trama principal. En aspectos técnicos no hay queja, aquí la calidad se mantiene.

Una cinta muy mediana dentro del catálogo del estudio, a rasgos generales, es entretenida y se pasa un buen rato viéndola, no hay problema en ir a verla. Lo que pasa es que la compañía nos malacostumbró durante años a creer que siempre harían obras maestras, y cuando no cumplen con esa meta, es inevitable sentir decepción o apatía por un producto que termina siendo mediocre. Una muestra de que Pixar perdió hace mucho tiempo ese lugar especial que tenía en la industria y su era dorada ya quedó lejos. Se ha convertido en un estudio que cuando quiere, nos entrega obras dignas de llamarse clásicos, pero cuando no quiere, termina por dar obras ridículas y sinsentido que tratan de ser emotivas sin conseguirlo.

En cuanto al corto de Up, es una idea tierna en papel, pero continúa exprimiendo los famosos 10 minutos (hasta reutiliza la música) y el ritmo es tan apresurado que así como viene se va.

Quiero aprovecho la oportunidad para animarlos a ver “Los Niños de la Lluvia”, que repito, no será nada del otro mundo, pero es mejor que ésta en comparación.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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