Golda: Una biopic alejada de lo tradicional.

Cuando pensamos en el término “Biopic”, es probable que lo asociemos con el mundo del espectáculo o los excesos de la fama. Cintas recientes con este corte nos han traído historias de cantantes icónicos, negocios millonarios, actores legendarios y hasta asesinos seriales, cargadas todas de una siempre atrayente cantidad de morbo, con la mirada puesta en hacer crecer los números en taquilla – o, en sus respectivos casos, las vistas en plataformas -.

Si bien entra perfectamente dentro del vocablo mencionado, ‘Golda’ se aleja de estos consabidos clichés para contar la vivencia de una mujer involucrada por completo en la política (tema que ya la hace distinta a otras películas), además de que se enfoca solamente en tres semanas de su vida, donde su puesto como estratega y guía fue clave para conseguir el bienestar de una nación que dependía de sus decisiones.

‘Golda’ retrata entonces a la Primera Ministra de Israel, Golda Meir (Helen Mirren), a partir del instante en el que estalla la Guerra de Yom Kipur, en la que las fuerzas árabes, lideradas por Egipto, atacaron a su país aprovechándose de las fechas santas. Observamos en el filme que Golda se afianza en su papel de líder para dirigir a sus capitanes y militares, así como para cuidar a los suyos (pueblo y equipo) asumiendo riesgos e incluso culpas. Como si esto fuera poco, lidia al mismo tiempo con una enfermedad que se agrava a pasos acelerados.

Por supuesto que no es sencillo traer a la pantalla una figura histórica como la de Meir, pero afortunadamente el proyecto se desarrolló en manos del director israelí Guy Nattiv, quien fuera ganador de un Oscar por su cortometraje ‘Skin’. La delicadeza con la que elige presentar a la mujer y su situación específica le otorga a la cinta el nivel de drama que mantiene atento al espectador sin acudir a mezquindades, y hasta se permite algunos momentos graciosos en las interacciones con Henry Kissinger, o de ternura, con su asistente Lou Kaddar.

El acierto para que todo esto sea transmitido con pulcritud a la audiencia tiene que ver con su intérprete, quien aparece prácticamente en todas las escenas de ‘Golda’. Helen Mirren se sometía cada día de rodaje a una caracterización (en manos de la maquillista Karen Hartley Thomas) de tres horas y media, que la asentaba en el físico de la Primera Ministra, además de su contexto emocional y mental. La actriz se compromete de tal manera que nos hace olvidar que es ella quien se encuentra detrás, emanando una fuerza contenida y concreta. Inclusive permite que los actores que la rodean luzcan lo suficiente en sus breves apariciones, con mención especial para un circunspecto Liev Schreiber y una cálida Camille Cottin.

Aunado a estos personajes, el cigarro que permanece constante en la mano de Golda es un protagonista más, ya que su presencia nos encamina al tema de su deteriorada salud. Afectada por un linfoma que no le da tregua y que le impide gradualmente las apariciones públicas, transitamos con ella un pasaje pesaroso, cuyos intentos de curación se ubican, de forma curiosa, escondidos en una morgue. Aquellas tomas en las que se dirige al lugar nos muestran también una acumulación cada vez mayor de cuerpos y muertos provenientes del conflicto bélico, que le dan énfasis a la crisis, tanto de la misma Golda como la de Israel en sí.

Estrenada en el Festival de Cine de Berlín y filmada en Londres, ‘Golda’ nos entrega la representación de una líder sin dejar de lado su arista más humana, cuya vulnerabilidad no la disminuye, más bien se convierte en vehículo de acción para seguir peleando. El largometraje nos relata que, aún después de errores, desafíos y una dolorosa dimisión, en el espíritu de Meir se gestó lo que a la postre le diera el buen nombre con el que es recordada hoy en día: el cariño férreo y honesto por su gente.

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Acerca del autor

Ale Vega    

Fan del cine, la lectura y el fútbol, y siempre a favor de las propuestas que incomoden y cuestionen. Fiel creyente de que el arte no debería calificarse con estrellitas ni medirse a través de la taquilla. Todo lo vivo como un tiro al travesaño.


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