IF: El Origen de Frankie Foster

En el 2004, Cartoon Network estrenó “Mansión Foster para Amigos Imaginarios”, una serie que narraba las aventuras de un niño llamado Mac en una institución que albergaba estos seres en busca de un niño que los adopte y cuide, todo junto a su amigo imaginario Bloo. Una caricatura fresca y creativa que durante seis temporadas por cinco años tuvo muchos momentos emotivos e invitó a muchas implicaciones mediante la interacción entre sus personajes (y por más desesperante que fuera Bloo por ser un cretino, al menos era un protagonista atípico para la cadena), cuya mayor valía es que supo terminar a tiempo y se mantuvo constante en calidad.

Ahora, ¿por qué les he contado esto? Porque John Krasinski básicamente se copió la serie de Craig McCracken y le añadió el humor burocrático de “Beetlejuice” para IF. Sin embargo, la falta de originalidad de la historia se ve compensada por la dirección y el manejo del ritmo que le imprime, y aunque puede sentirse algo manipuladora, provee un equilibrio infantil y adulto sobre la nostalgia y el uso de la fantasía como método para lidiar con el luto y la muerte. Este recurso usualmente no ha tenido buenos resultados en el cine porque recurre a varios clichés y tópicos comunes, sin mencionar que se usa como un recurso que cae en el sentimentalismo excesivo (ahí van películas como “What Dreams May Come”, “The Lovely Bones” y “Slumberland”), pero aquí el balance entre las risas y la ternura regala momentos conmovedores. Mención de honor a la excelente banda sonora de Michael Giacchino.

Sin embargo, el planteamiento se desmorona a la mitad porque la historia omite su propia lógica interna para ciertas conveniencias argumentales. No es necesario que responda todas las preguntas acerca del origen del amigo imaginario, pero hay un cambio en este punto que le permite separarse de la idea base, donde pasa a ser un mensaje sobre la importancia de mantener vivo al niño interior, lo que garantizará las lágrimas por parte de la audiencia adulta. Hay un par de escenas que refuerzan este nuevo concepto, pero no le alcanza el tiempo para desarrollarlo. Esto viene condicionado con el giro final, que sin revelarlo (aunque fácil se ve venir), rompe varias reglas antes establecidas y sólo plantea más preguntas que nunca serán resueltas.

Por increíble que parezca, la dirección de Krasinski consigue que Ryan Reynolds deje un poco de lado a Deadpool (sólo un poco, porque sus manierismos siguen ahí) para encarnar a un malhumorado administrador con el trabajo de asignar nuevos hogares a esas criaturas que viven en la mente de las personas, no es la gran cosa, pero ya es algo más de variedad a lo mismo de siempre. En cuanto a Cailey Fleming, hace lo que puede, pero entre que no puede expresarse correctamente y la arbitrariedad con la que toma sus decisiones, Bea no tiene un desarrollo convincente por la edad en la que se encuentra. Gran parte del mensaje aplica para un adulto de 30 o 40 que va a sentir nostalgia por su pasado, no para alguien que apenas va a entrar a la adolescencia (una edad en la que te avergüenza tu pasado por la presión externa de madurar).

Donde resalta más es en el diseño de los amigos imaginarios, pues hay tanto variedad como cantidad y que incluso da pistas sobre la personalidad de cada dueño. Hay algunos que pueden verse básicos, pero son muy llamativos a la vista y tienen una personalidad delimitada, ya que el talento esta vez se encuentra detrás de cámaras, siendo Steve Carrell quien sobresale un poco más por tener el rol con mayor tiempo en pantalla. Uno que otro se asemeja más a un cameo o que está de puro relleno en la historia (¡dejen de darle trabajo a Awkwafina por el bien de nuestros tímpanos, por favor!), pero este apartado está en buenas manos.

La trama tal vez no suene algo convincente y el guion esté lleno de huecos argumentales, pero la forma en que tocan las fibras sensibles pone a pensar en la apreciación de los buenos momentos de la infancia, donde podría parecer que la felicidad desaparece al crecer, pero sigue ahí, oculta y guardada en lo más profundo de los recuerdos. Tiene cierta frescura por la forma en que trata sus temáticas principales y hasta un número musical bastante decente. Una especie de “Sixth Sense” para niños que funciona como reflexión sobre el crecimiento, pero también como una invitación a nunca olvidar el niño interior ni renunciar al gran poder de soñar.

Sólo una duda: ¿cuánto habrá cobrado Brad Pitt por interpretar a un amigo imaginario invisible?

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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