Kingdom of the Planet of the Apes: Una secuela muy mona

¿Será que el material detrás de esta franquicia es tan rica en su alegoría sociopolítica y religiosa que hace que cualquier director de medio pelo pueda incluirla entre lo mejor de su filmografía? Primero Rupert Wyatt, luego Matt Reeves y ahora Wes Ball, el universo del simio se ha convertido en un amuleto narrativo que desde 2011 se ha consolidado como una de las mejores sagas de ciencia ficción en la historia.

Kingdom of the Planet of the Apes se arriesga a adentrarse cientos de generaciones tras los sucesos de “War for the Planet of the Apes” bajo dos ejes narrativos; el primero, la construcción de la sociedad del simio como una alegoría a la propia historia humana y la edad de hierro, donde los habitantes de planeta comienzan a elegir su sistema legislativo, religión y costumbres a través de distintos clanes, y donde el más avanzado de estos supone una amenaza de conquista o invasión para anexarlos hacía algo más grande, un reino; el segundo, y quizá el mejor, es el retomar el mito del ”César” y de cómo su credo e ideología se va descomponiendo con el paso del tiempo, adaptándose a la conveniencia de cada clan y/o regente. Esto prácticamente es una reproducción de la construcción social y la deconstrucción de los dogmas de la propia humanidad, ejemplificada aquí por una serie de personajes que, como en sus antecesoras, también resultan ser simbolismos bíblicos que se desarrollan como parte una fábula (y no como parte de una religión), en específico teniendo en el protagonista, “Noa”, una restitución por medio del agua y las bestias del cielo.

Wes Ball decide imprimir desde su primera secuencia un ritmo pausado que nos invita a conocer la evolución de dicha sociedad, un halo de calma dentro de un entorno natural en donde logra hacer olvidar al espectador que estamos viendo “changos” conformar una comuna armoniosa y con costumbres interesantes. El conflicto se toma su tiempo y de a poco va sustituyendo la aparente calma con algo más profundo, pero nada oscuro, pues a diferencia de sus previas entregas, el factor humano ha sido casi erradicado, dejando que el universo fluya en una exploración más filosófica y dual hacía el pasado y como este influye en las acciones de estos clanes en conflicto en su presente.

Por otro lado, el factor humano, enemigo ahora de la narrativa, se va inmiscuyendo como el agua dentro de la trama principal, primero de una manera interesante al mostrar la extinción y el uso de estos “animales” para los objetivos del clan conquistador, para después desgraciadamente otorgarle más importancia hasta robar de cierta manera el protagonista al simio hacía el clímax y el tercer acto.

Esta mala decisión no solo hace notar que el elemento humano quizá pudiera haber sido prescindible de todo el desarrollo de la trama (fácilmente las acciones de la humana pudieron haber sido ejecutadas por el protagonista simio), sin embargo, el siempre “traicionero” bípedo se ve justificado por dos elementos que se anexan de manera muy natural al camino del héroe de Noa: la tardía y eficiente aparición del villano principal, y la plasmación de la naturaleza humana de nuevo como natural enemigo del ecosistema y la propia evolución de este nuevo mundo. La carga reflexiva, social y filosófica es bien planteada por los guionistas y bien ejecutada por Ball, pero bajo el sacrificio de no hacer crecer a su “Rey Mono villano”, y robar desarrollo a tan interesante construcción de un clan conquistador ávido por el conocimiento del “hierro” bajo la ideología de la unión de su raza y el exterminio del hombre.

Así mismo, los fans de este universo acuñado desde aquel gran clásico de 1968 agradecerán las referencias narrativas y visuales hacía la anterior saga, sobre todo hacía las dos primeras, Planet of the Apes y Beneath the Planet of the Apes, señuelos que en un epílogo un poco forzado se verán incluso revelados como parte de un propósito mayor, apuntando por supuesto a la continuación de esta franquicia bajo un rumbo que quizá no esperábamos (pero que con la efectividad provista por esta saga merece de entrada siempre contar con el beneficio de la duda).

Cabe desatacar que la labor actoral detrás del “capture motion” está solventada sin la presencia de Andy Serkis, con un reparto no tan mediático capaz de continuar el legado de la trilogía previa con bastante calidad. Dentro del lado humano, sorprende la buena inclusión de William H. Macy, y aunque Freya Allen se desempeña correctamente, los guionistas se encargan de hacerla una anti heroína por momentos demasiada forzada y con un objetivo bastante cuestionable en torno al rumbo y a la narrativa que se quiere tomar con la franquicia.

En conclusión, Kingdom of the Planet of the Apes es una digna secuela. No tiene la emotividad ni la fuerza narrativa de las previas, pero evoluciona el universo y el folclor, expande la mitología y crea una analogía social y religiosa interesante alrededor del mito de Cesar. Quizá el factor humano y un poquito de exceso de metraje sean sus principales enemigos, pero ambos son errores previsibles dada la evolución de Wes Ball y del villano por excelencia de esta saga: el traicionero hombre ¿o será la traicionera Eva? (quizá Proximus tiene la razón).

¿Qué saga de ciencia de ficción ha logrado cuatro películas de decentes a extraordinarias? En fila y en un lapso trece años. Los invito a pensar en eso, y es que Wes Ball, a pesar de sus errores, inyecta de vida a Disney y a este 2024 con su primer buen producto comercial.

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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