La Langosta: Tragedia griega de la soledad y sus consecuencias.

¿Cómo puede uno describir el cine de Yorgos Lanthimos? Los adjetivos como: atípico, metafórico, original, atrevido, mordaz, imaginativo, entre otros, vienen a la mente. No hay duda que hablar de las películas del director griego es hablar de cine soberbio, con guiones que rayan en lo absurdo mientras nos ofrecen una crítica pertinente a nuestra sociedad, muchas veces mediante reflejar lo absurdo de nuestras acciones.

Quizás, en opinión de este autor, la película que mejor refleja lo anterior es “La Langosta”, una atípica historia sobre el amor, la soledad y la necesidad (muchas veces irracional) de tener pareja. “La Langosta” funciona no como una ventana para conocer a algunos personajes y sus vidas, sino como un espejo en el cual nos vemos reflejados, donde nos reconocemos e identificamos nuestros temores, nuestras acciones y nuestra mismísima idiosincrasia.

La historia es una curiosa distopía que nos muestra un ¿futuro? en el cual la sociedad se divide entre los seres humanos “funcionales”, que son aquellos que tienen pareja y los que están condenados a perder su humanidad al estar solos. Y el perder la humanidad no es algo meramente metafórico, sino literal, ya que aquellos que fallan en encontrar a su compañero están destinados (¿condenados?) a convertirse en animales.

Estar sólo por elección no es una prerrogativa, en este mundo hay sólo absolutos. Aquellos que sean sorprendidos vagando por los centros comerciales o por las calles sin pareja, serán cuestionados y perseguidos por la Ley en el mejor de los casos, o serán perseguidos y cazados para ser convertidos en animales, asumiendo que al ser una especie distinta, puedan mejorar las perspectivas de ser emparejados, de poder aparearse o podrán vagar solitarios por el bosque sin sufrir hostigamiento, entregándose al lado salvaje.

La historia de “La Langosta” es la de David (Colin Farrell), a quien reconocemos en los primeros minutos como uno de esos desgraciados que ha sido condenado a vivir en soledad, ya que su esposa lo ha dejado por otro hombre. Opta entonces por la alternativa de ir a un Hotel en el que, cual clínica de rehabilitación, reaprenderá la importancia de vivir en pareja y en el que contará con 45 días para hallar una entre las demás inquilinas. En caso contrario, cumplido el plazo, será convertido en el animal de su elección. David ha elegido una Langosta, debido a que su esperanza de vida de más de cien años y a su amor por el mar. Su hermano, ahora convertido en perro, es su único acompañante y vínculo afectivo.

¿Quién no se identifica con David? ¿Quién no se ha enfrentado a la loza que representa la soledad? Los prejuicios sociales nos orillan a buscar pareja y los ritos de apareamiento de nuestra sociedad actual nos han llevado a niveles absurdos, han evolucionado o involucionado pasando de la búsqueda en nuestros círculos más cercanos a la visita furtiva a antros y de ahí a refugiarnos en redes sociales y en apps de encuentros, en donde vendemos una imagen e incluso modificamos quiénes somos realmente, donde preferimos golpear nuestras narices hasta sangrar en pos de aparentar ser “compatibles” y lograr atraer a nuestros salvavidas. ¿A cuántas personas frías o sin corazón hemos aceptado en nuestras vidas con la peregrina idea de que cambiarán o de que bajo cualquier circunstancia eso es mejor que estar solos? ¿Qué tan distópico es un mundo en el que, cuando se tienen conflictos de pareja que parecen no tener solución, se asigna un niño, ya que eso ayuda siempre y mucho?

La riqueza de esta película no se limita a reflejar nuestras formas de buscar pareja, sino que profundiza también en la tiranía de los absolutos: se debe elegir entre ser heterosexual u homosexual, la bisexualidad no es una opción; se debe elegir un bando, pues incluso cuando logramos huir de las exigencias de tener parejas y logramos refugiarnos en el bosque con los demás solitarios, nos veremos obligados a vivir criticando a quienes sí son felices en la vita marital y castigando los deleznables actos de amor, orillando a algunos a crear códigos para comunicarse sin mostrar un solo atisbo de amor. Es más difícil pretender no tener sentimientos cuando sí los tienes que pretender tenerlos cuando no.

En resumen, estamos frente a una película con un humor negro, mordaz, cargado fuertemente de crueldad que, no obstante, en manos de Yorgos Lanthimos, logra generar calidez. El recurso del narrador es utilizado de manera perfecta y nada invasiva para guiarnos a través de las acciones de David, de sus decisiones. La paleta de colores es siempre pertinente, la luz natural, la carencia de maquillaje y los planos presentados muchas veces a la altura del pecho, enfatizan el sentir de los personajes y de uno mismo como espectador. Nada en el cine del director griego carece de sentido, lo elucubrado de su selección musical resulta impresionante, ya sea su leitmotiv a tres tonos, con sonidos de chelo y violines, o la elección del tema de “Jeux Interdits” (Juegos Prohibidos) durante la visita a los padres de la lideresa de los solitarios.

Pero más allá del lado técnico, es la singularidad de esta historia y la invitación a la reflexión lo que se queda con nosotros, llegando al cenit con un final abierto, edípico, que nos lleva incluso a descubrir el grado de romanticismo o de cinismo que hay dentro de cada uno de nosotros… Joder, esto es cine.

Recuerda que tenemos una cita hoy a las 8:00 pm en el Cineclub Cinescopia para hablar de esta película en nuestro ciclo de Distopías en el Cine… acompáñanos, no te quedes solo.

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Acerca del autor

Jose Roberto Ortega    

El cine es mi adicción y las películas clásicas mi droga dura. Firme creyente de que (citando a Nadine Labaki) el cine no sólo debe hacer a la gente soñar, sino cambiar las cosas y hacer a la gente pensar mientras sueña.


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