Los Cinco Diablos: Thriller sobrenatural sobre el pasado, lo queer y lo natural.

Cuando uno ve el título y mira el afiche de “Los cinco diablos”, lo primero que viene a la mente (o a la imaginación) es que se trata de una de esas películas sobrenaturales en las que criaturas siniestras acechan a nuestro alrededor. Y hay que decir que esta película lo cumple con creces, más no en el sentido vulgar (por común).

La trama de esta película es marcadamente sobrenatural, sí, y lo atrapa a uno desde el primer fotograma, a razón del cual se va desentrañando el misterio, el halo en el que está uno envuelto de principio a fin. Al desmadejar suave y tersamente la trama, vamos conociendo la historia de Vicky, una niña birracial quien vive con su madre en una villa de los Alpes franceses y quien la acompaña en su rutina diaria. Su padre, un inmigrante senegalés que trabaja como bombero, se presenta como una figura amorosa, pero un tanto lejana y parca en su comunicación. La llegada a casa de la hermana de su padre, la tía Julia, trae consigo los recuerdos de un pasado turbulento y provoca recelos en el pueblo y en la misma Vicky.

Vicky va lentamente descubriendo sus habilidades sobrenaturales, comenzando por un hiper desarrollado sentido del olfato; de manera empírica comienza a elaborar pociones con las que captura la esencia de las personas y cosas que la rodean. Ella pareciese ser una Wicca, pero no hay alguien que se lo pueda explicar o la guíe. Vicky va encontrando en los elementos de la naturaleza el camino para entender sus facultades, entre las que se encuentra poder viajar al pasado a presenciar momentos de importancia coyuntural para su presente.

Cada pedazo de historia ha sido cuidadosamente colocado de forma que, al irse develando los sucesos, nos dan el panorama completo de lo que ha sucedido en el pasado y que tiene fuertes repercusiones en el ahora. Joanne, la madre de Vicky, se debate entre su vida como instructora de natación y madre, y su pasado como gimnasta y reina de belleza, mismo que se ha revivido con la llegada de Julia, quien ha estado fuera de su vida por más de diez años. Julia y Vicky, a su vez, parecieran tener más cosas en común de lo que a primera instancia se nos presenta.

Las relaciones amorosas, la condición migratoria, el provincialismo, las sensaciones humanas y la sexualidad son presentadas a través de los ojos de Vicky, quien busca comprender el significado de las acciones del pasado, de las decisiones tomadas, mientras se protege en su presente. Al ir descubriendo sus facultades, estas parecen resultarle lo más natural posible: el naturalismo de lo sobrenatural, lo fantástico con anclaje a la realidad, aunque esto sea una suerte de realismo mágico.

Y esto es precisamente lo que hace sobresaliente a esta película, que se aleja de los artilugios del “scare jump” para, en su lugar, presentar un suspenso paranormal que se basa en la buena estructura de su guion, en su buena narrativa, personajes y actuaciones. Intrigante en todo momento y delicadamente dirigida. Cada uno de sus personajes van aportando a la historia, cuyos sutiles giros y su manejo del espacio-tiempo se sienten siempre bien trabajados y se presentan con coherencia.

Las actuaciones de Adèle Exarchopoulos como Joanne y de Sally Dramé como Vicky resultan los puntos más altos, particularmente en el caso de Dramé, quien a su corta edad logra retratar a una niña solitaria, con una presencia intrigante y una mirada que transmite sabiduría e inquietud a la par, pero sin dejar de resultar enternecedora en todo momento.

Léa Mysius nos regala con esta, su segunda película, una historia paranormal (que no de terror), en la que lo aislado y lejano de la ubicación pareciera servir para la narrativa, en la que la fotografía delicadamente cuidada (en 35 mm, obra del mismo guionista), la frialdad de la paleta de colores y la pertinente edición, nos dan atisbos de que ella se podría convertir en una de las nuevas narradoras clave de este género y de este arte. No es esta una película perfecta, pero existen grandes cualidades en ella y, sin dudarlo, es ampliamente recomendable.

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Acerca del autor

Jose Roberto Ortega    

El cine es mi adicción y las películas clásicas mi droga dura. Firme creyente de que (citando a Nadine Labaki) el cine no sólo debe hacer a la gente soñar, sino cambiar las cosas y hacer a la gente pensar mientras sueña.


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