Matrix Resurrections: El amor es capaz de “Resucitar” una franquicia

“La nostalgia es la cura para la ansiedad del mundo moderno”

Muchos fans acérrimos a The Matrix (1999) habrán deseado elegir la píldora azul para olvidarse de lo terrible (o no) que resultó Matrix: Resurrections; si hay algo que tener presente es que esta cuarta entrega nunca estará a la altura de su predecesora (o incluso de las secuelas Reloaded y Revolution), ese ejercicio ciberpunk que representó la revolución del cómo se hacía el cine de acción a finales del siglo XX (justo esa revolución ya la estamos viviendo hoy, tanto así que el bullet time ya parece un tanto arcaico). Aun así estamos frente a una cuarta parte que no debería de existir (o ¿sí?), y Lana Wachowski lo sabe a la perfección (ahora en solitario ya que su hermana Lily se bajó del tren). Acompañada de David Mitchell y Aleksander Hemon en el guion (ya viejos colaboradores de las Wachowsky), es que nos invita a seguir al conejo blanco y elegir entre la píldora azul o la roja.

Matrix Resurrections está hecha para dividir a la audiencia desde la propuesta de la “remakuela”, donde no solo busca poner en contexto lo qué pasó al finalizar la tercera entrega con la batalla final entre las máquinas y el hombre, sino que también busca posicionar un intento de reinicio (un tanto forzado) a una trilogía que no terminó del todo bien. Esto lo hemos visto un sinfín de veces en pantalla, pasando desde Star Wars con “The Force Awakens”, hasta la más reciente “Ghostbusters: Afterlife”, pero donde quizá Resurrections sale airosa es que la propia película toma conciencia de que no es la mejor y de que siempre estará a la sombra de su predecesora.

Resurrections va directamente al futuro enalteciendo directamente a la trilogía original, pero sobre todo a esa primera parte que lo inició todo pero con miras a crear algo nuevo. ¿Lo logra? Si y no. Sí, porqué Lana deja muy en claro que existen las posibilidades para continuar con una historia sin la necesidad de que al público le guste del todo, incluido ese ejercicio meta de la película dentro de la película donde la directora  nos tira a la cara que el estudio hará Matrix 4 con o sin los involucrados originales. Y es aquí en este primer tercio donde la película muestra un destello de originalidad que pudo haber llegado a buen puerto mostrándonos a un Thomas Anderson a.k.a. Neo viendo a su terapeuta (Neil Patrick Harris), y diciéndole que empieza a tener recuerdos de algo que según él no existió; Thomas/Neo empieza una vez más este viaje de redescubrimiento de lo que alguna vez fue, para dar el gran paso al rescate que plantea la película misma.

Y después de este ejercicio meta, es obvio pensar que Wachowski cedería a la presión del estudio para realizar una continuación más para otra franquicia; sin embargo Resurrections no termina por convertirse en otra más del montón, y poco a poco te va mostrando su verdadera cara: Matrix 4 en realidad es una historia de amor. Por desgracia la película en su segundo tercio se descontrola; la sobrexposición de diálogos es un arma de doble filo cuando se responden las principales incógnitas de la trama, pero a la vez este lenguaje inventado donde intentan explicar tecnicismos te saca por completo de la película, aunado a lo pretencioso de las escenas como la secuencia de Neo con Niobe (Jada Pinkett Smith) que termina por importar poco.

Referente a las caras nuevas. Jessica Henwick en el rol de Bugs (sí, como Bugs Bunny) hace que quieras ver más del personaje como capitana de una nave y como una humana liberada de la Matrix, la cual se verá en la necesidad de ayudar a Neo, primero para convencerlo que su realidad no es dentro de la Matrix, y segundo en el tan esperado rescate a Trinity. Patrick Harris como el terapeuta de outfit azul (haciendo hincapié en que es la representación de la píldora azul) luce convincente como la persona que “ayuda” a Thomas/Neo a mantener los pies en la tierra, en la realidad que ellos quieren que creamos. Por otro lado Jonathan Groff como Smith, si bien no llega a lo hecho por Hugo Weaving, si logra estar a la altura durante la primera mitad, aunque para el final se desdibuja por completo y su personaje pareciera no tener un fin en específico más que el de gritar “Mr. Anderson” a la primera oportunidad. Pero el personaje que puede calar más hondo en las hordas de fans enojados es lo hecho por Yahya Abdul-Mateen II como el nuevo Morfeo, olvídense si es una versión joven o remasterizada o computarizada del ya conocido, véanlo simplemente como un personaje nuevo que solo lleva el mismo nombre y que intenta imitar lo hecho por Fishburne, pero con vestimenta más queer  y colorida.

Pero el plato principal en Resurrections y cómo ya lo había mencionado antes es la historia de amor. Si eres fan y tienes fresca la trilogía original sabrás que todo Matrix es cursi (como olvidar esa secuencia donde Neo y Trinity se besan después de que Neo sobrevivió a su primer enfrentamiento con Smith, con todo y chispas de fondo). La química y esa chispa sigue ahí presente; Neo volvió a la realidad con el pretexto de reencontrarse con Trinity pero en su despertar ella no está. Su sacrificio en Revolutions creó tal impacto que lo qué hay entre ellos dos es capaz de producir una gran cantidad de energía que le conviene a la Matrix. Pero le conviene que estén cerca pero no tanto, por eso, esos casi encuentros entre los dos hacen que el espectador quiera más. Keanu Revés y Carrie-Anne Moss dan ese gran salto al vacío para mostrarnos de lo que realmente va la película.

Una vez más me repito, Matrix Resurrections está hecha para dividir a la audiencia, no es una película de Matrix, al contrario, es una película sobre Matrix, y que el conjunto de su arriesgada propuesta hace que no sea la típica secuela reinicio de otra franquicia más.

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