Momentos Favoritos del Cine: Barry Lyndon

Magnífica en su composición narrativa, Barry Lyndon es también el ejercicio visual más obsesivo de Kubrick y sin duda uno de los ejemplos más hermosos y estéticos en la historia del cine.

Con una duración de 3 horas, la genialidad de su ritmo es soportado por 3 ejes principales: la increíble fotografía (solventada técnicamente por su iluminación natural y la adaptación de los lentes a cámaras de la NASA) y esos preciosistas encuadres que hacen parecer a Kubrick más un pintor que un director; las fastuosa banda sonora que fácilmente podría catalogarse como una de las mejores composiciones del séptimo arte; y finalmente su peculiar recurso del narrador, una voz tenue y de una fluencia verbal exquisita, que lleva al espectador a ser testigo del ascenso y caída, de las aventuras y desventuras de este antihéroe de pocas palabras, pero de muchas emociones.

Centrándonos en el último eje, es increíble como Kubrick es capaz de convertir a toda su audiencia en la voz y alma de Redmond Barry. Es evidente como en su primer capítulo Kubrick levanta un héroe trágico con voz propia, dejando que la otra tonalidad pacífica de Ryan O´Neal (que no era el mejor actor de su tiempo, pero que quizá fue seleccionado por Stanley gracias a esa hipnótica y cálida voz) despliegue un carisma único para la construcción de su desventurado irlandés víctima del amor, la guerra, el espionaje y las apuestas; para el segundo capítulo todo esto cambia, pues Kubrick sobaja a su héroe a un vividor, un “ANTI-HÉROE” con el que ahora el público es incluso capaz de conectar gracias al viaje y vivencias que compartieron juntos ¿Increíble no es así? Kubrick aquí despoja casi en su totalidad a O´Neal (ahora Barry Lyndon) de sus diálogos para imprimir una tremenda emoción a su personaje resultado de sus crecientes tragedias, coronadas por una de las secuencias más desgarradoras del cine en donde el autor nos sigue recordando el por qué su personaje mantiene a pesar de todos sus defectos, una naturaleza benevolente.

Ahora bien, tras su cruento clímax dramático Kubrick se encuentra preparado para la redención en una secuencia final (mi favorita de todo el film) que simboliza el origen y el final de Barry con un duelo (misma actividad que concibió su odisea). Como bagaje y acorde a la tradición de Kubrick, la novela en la que está basada la aventura de Barry (que a su vez está libremente adaptada de la historia real sobre un vividor irlandés que fue a parar a la cárcel) da una distinta conclusión a su antihéroe, por lo que esta secuencia es construida desde cero por el Maestro, el cual en todo su infinito talento, dota a la “satisfacción” de Lord Bullingdon no solo de un impresionante suspenso, sino también y junto con O´Neal, de un trasfondo psicológico tremendo para Lyndon, el cual es capaz de comunicar a través de su mera presencia, mirada y un par de “Yes”, el castigo, la culpa y la redención frente aquel joven lord vengativo.

La escena se ve complementada obviamente por la maestría fotográfica de aquel escenario, dejando que Kubrick tome todo su entorno y luces para de nuevo llevar a cabo un hermoso y cautivante cuadro repleto de tensión y expiación (resulta de nuevo impresionante como Stanley hace participes no solo a todos los inmiscuidos en la secuencia, sino también a la paja, la paloma, la luz y demás elementos).

Una de mis películas favoritas (la considero dentro mi TOP 10 personal), Barry Lyndon merece ser redescubierta y aceptada como una de las obras magnas del cine, y sin duda una de las más claras amalgamas artísticas de la historia.

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


2 Comments

  • Ésta es una película difícil para mí. La primera vez que la vi me disgustó mucho, pues no tenía una historia que mantuviera mi interés y era desesperadamente lenta (incluso, de todas las de Kubrick, es la que me da más hueva ponerme a ver hasta la fecha). Ahora que la volví a ver hace un tiempo, mi opinión cambió bastante.

    Sigue siendo desesperadamente lenta para mi gusto, pero ahora entiendo lo que quiere contar: la historia de un hombre que no logró nada en su vida y, desesperado por ser alguien de renombre, fue capaz de hacer lo que fuera con tal de ser importante… como el resto de nosotros. Si tengo que destacar una escena es la del funeral de su hijo: emotiva y capaz de reconmovernos por un personaje al que le habíamos quitado nuestra simpatía.

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