Strays: Qué perra vida

La comedia gamberra siempre ha tenido una relación difícil con la gente, pues la forma en la que el humor es retratado no siempre es del agrado del público. Sin embargo, la misma cultura actual (que siempre aboga a favor de lo políticamente correcto) ha puesto en vías de extinción lo que, a fin de cuentas, es sólo otra manera de hacer reír a la gente. Es por esta razón que se consideran obras trasgresoras aquellas que, a pesar de y por su vulgaridad, logran ganarse el gusto de la audiencia. Lamentablemente, este no es el caso de “Strays” (traducida aquí en Latinoamérica como “Hijos de Perra”), que tendrá a un par de talentosos comediantes detrás de cámaras, pero que no son capaces de sostener un relato que cae en los vicios de este tipo de humor y en el tono moralista de cualquier historia que involucre mascotas.

Al principio, podría parecer que el proyecto está en buenas manos, ya que los productores son Phil Lord y Christopher Miller, directores de comedias como “Lluvia de Hamburguesas”, “La Película de Lego” y “21 Jump Street”. Pero también aparece como productor Louis Leterrier, director de “The Incredible Hulk”, el remake de “Clash of the Titans” y la décima entrega de “Rápido y Meloso”. Y si a esto agregamos que el guionista se incursiona por primera vez en el cine y que la compañía productora es la misma que trajo “Cocaine Bear”, estamos ante un desastre inminente causado por haber mezclado distintos sabores de diferente calidad en el mismo batido.

Puede ser gracioso escuchar a perros gritando “pendejo”, “mierda”, “verga”, “hijo de puta” y “sexo”, pero el principal problema es que eso es todo lo que ofrece. Su principal atractivo se desvanece muy rápido, y una vez que se va, uno se da cuenta de que hay muy poco a lo que prestarle atención. Cuando quiere dar algo diferente, es cuando se recupera un poco (hay un par de escenas hilarantes que involucran un águila, unos hongos y unos conejos), pero casi siempre está en piloto automático. Una buena comedia debe tener una gran cantidad de chistes variados que prueben el ingenio de los escritores, ya sean visuales, situacionales, de diálogo, etc., pues esto mismo hace que la audiencia no pare de reír y siga expectante al próximo chiste en la trama. Pero cuando repites el mismo chiste una y otra vez por hora y media… como que el asunto no funciona.

Como si no fuera suficiente, la cinta usa el viejo truco de ponerle bocas parlantes a los animales. De los actores humanos no hay mucho que decir, sólo sorprende lo bajo que ha caído alguien como Dennis Quaid. La historia quiere ser una burla a este tipo de películas como “Homeward Bound” (inclinándose más por una venganza personal) y hasta tiene algunas referencias a “Marley and Me”, pero cae en los típicos mensajes moralistas de “cuida a tu mascota”, “quiérelo y trátalo bien”, “no lo abandones en la calle porque te aburre cuidarlo o te arruina la vida”. Sí, estas lecciones son importantes, pero vinimos a divertirnos, no a ser sermoneados. Y cuando una comedia que no debe tomarse en serio quiere hacerlo, es cuando pierde la apuesta (por no mencionar que mete una subtrama a la mitad que no tiene importancia).

Si hay algo positivo que puede decirse, es que por lo menos usa perros reales bien entrenados y no hechos por computadora como muchas otras cintas recientes (sí, te estoy hablando a ti, “The Call of the Wild”). Asimismo, y de manera irónica, la inclusión aquí no molesta. Tal vez sea por la desfachatez de su propuesta, pero eso mismo sólo plantea más preguntas. ¿Por qué sólo en aquellas producciones malas esta inclusión no le molesta a la gente, y en cambio, en aquellas que como mínimo llaman la atención del público, se arma un escándalo por un detalle que, a fin de cuentas, seguramente no tendrá relevancia en la historia?

Si nada más quiere ver a perros diciendo groserías cada 3 palabras por 93 minutos, no hay problema en apagar el cerebro y reírse de todo lo que sucede en pantalla, pero si quiere algo con más sustancia, le parecerá cansada y repetitiva. Sé que estas cintas no están hechas para ganar premios, no deben tomarse en serio y sirven como un buen distractor para pasar un buen rato comiendo palomitas, pero también es de sabios admitir que cualquier exceso es malo.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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