Tesla: Otra desenchufada biopic sobre el genio de la corriente alterna
Lo más triste o decepcionante de la última biopic sobre el genio de Nikola Tesla, es que en realidad no es del todo mala, pero sí de manera irónica lo suficientemente mediocre como para causar un cortocircuito tanto en su desarrollo como en la percepción de su audiencia. Un híbrido de épocas, hipótesis y hasta de personajes, al menos la cinta mantiene una intensión de narrativa y estética innovadora al querer conectar al inventor con el mundo actual y una supuesta victoria comercial sobre su eterno competido, Alva Edison, pero ni la excelsa fotografía llena de neón, ni los raros pero elocuentes momentos de videoclip (literal, hay uno), logran salvar lo que son un verdadero desastre en cuanto a su dirección sin rumbo fijo y su paupérrimo montaje.
Presentada en el Festival de Sundance de este año y ganadora incluso de un premio menor dentro del certamen como lo es el “Alfred P. Sloan”, dado a una película enfocada en algún tema sobre ciencia o tecnología, Tesla es el 11° largometraje de ficción del también documentalista Michael Almereyda, veterano cineasta siempre estacionado en Sundance y sin mucha suerte gracias a que siempre ha caído en el mismo error: no saber separar la ficción de lo documental, y su nueva película no es la excepción.
Si bien su extraño híbrido brinda un atmosfera de frescura al cual es capaz de acostumbrarse durante la primera mitad del film, dicha narración “desde el futuro” junto a elementos surreales añadidos al tiempo en que vivió Tesla, se vuelven con el paso de los minutos no solo pesados, sino incluso nefastos, aniquilando tanto el ritmo como la innovación hacía su último acto y dejando sin clímax a una trama que solo cuenta con 95 minutos de duración.
La gravedad se incrementa cuando al parecer Tesla se convierte en un personaje secundario de su propia biopic, pues hacia el final resalta la relevancia que venía tomando el personaje de Anne Morgan (también narradora de los eventos) para sorpresivamente arrebatar el protagónico en una historia que sugiere hasta un “despecho” o “venganza” femenina, un tema muy forzado que ni siquiera es bien cimentado o estructurado a través de todo el film.
Pero no todo es oscuridad en el guion y dirección de Almereyda, ya que cuando su historia se centra en el inventor y científico, la propia figura de Tesla y el mínimo esfuerzo de Ethan Hawke toman el mando narrativo y visual del film incluso brindando momentos de gran tensión y emoción, como la gran secuencia del generador en el desierto, o bien la interacción competitiva que Hawke logra con Kyle MacLachlan, el cual interpreta a Edison de forma monumental y sin duda siendo lo más destacable del film en términos histriónicos.
Y hablando de Hawke, Tesla no cuenta con el suficiente trasfondo para que el actor pueda salir airoso de su interpretación en modo “autista” sobre el genio. La extravagancia mal enfocada del relato alcanza también al supuesto protagonista de la historia, apenas salvado en algunas pocas secuencias fuera de los mal desarrollados contextos amorosos y personales con los que cuenta el personaje. De manera obvia esto se extiende hacia sus compañeros de reparto, elementos que van y vienen sin notoriedad, bajo las excepciones de MacLachlan e Eve Hewson.
Una decepción en términos generales, Almereyda de nuevo no sabe separar el aspecto documental de su ficción, pero en esta ocasión tampoco el pasado del futuro. Quizá todo su fallo se resuma en una escena, un raro e incómodo videoclip donde Hawke como Tesla canta Everybody Wants to Rule the World con micrófono y fondos de neón incluidos. Se agradece, pero no, esta película es una notoria y nada electrizante mediocridad que incluso pudiera parecer absurdo u ofensiva para los fans del inventor