The Equalizer 3: El retiro a la italiana de Robert McCall

¿Quién alguna vez no hemos soñado con podernos retirar en algún lugar remoto de la costa italiana, donde pareciera que no corre el tiempo, y las personas viven apaciblemente? Bueno, pues nuestro agente Robert McCall, de manera un tanto involuntaria está por vivir El Sueño® de esta manera, solo que conseguirlo no será nada sencillo.

Al comienzo de esta tercera y aparentemente última entrega de The Equalizer, nos ubican en el sur de Italia, donde vemos llegar a un hombre acompañado de un adolescente a un viñedo en el que descubrimos se encuentra atrapado McCall después de lo que se vislumbra como una redada entre narcotraficantes. Acto seguido se encuentra este hombre con nuestro exagente y se desencadena una vertiginosa, gráficamente violenta y bien montada escena de acción. Sin más detalle, McCall sale corriendo de ahí con una maleta, pero como siempre, no todo puede ir bien, y es herido por quien menos se lo espera olvidando dos cosas básicas, nunca des la espalda y no confíes en nadie. Herido y acorralado pareciera que el suicidio es su única opción, aunque esto también se frustra, quedando a la deriva cuando milagrosamente es rescatado por un intachable policía y un bondadoso médico quienes, cual ángeles caídos del cielo, lo atienden y cuidan desinteresadamente y sin hacer ningún tipo de cuestionamiento hasta que Robert se va recuperando.

Poco a poco va conociendo a su médico salvador, a los vecinos de éste y a todo el pueblo donde se encuentra. Descubrimos que es el bello puerto de Altamonte (en realidad es Atrani en la costa Amalfitana), con el cual Robert se va encariñando al igual que con su gente, gente que lo va acogiendo y lo llegan a ver como un lugareño más. Aunque tanta calma no puede ser cierta, va descubriendo que como en cualquier recóndito rincón del mundo, Altamonte está lleno de delincuentes abusivos, a los que poco les importa la paz con tal de cumplir con sus ambiciones. Y como el mismísimo Michael Corleone renegaba (aunque en otro contexto, claro) palabras más, palabras menos “me obligan a volver justo cuando pensaba que estaba fuera”; a McCall estos delincuentes lo forzan a regresar a lo que mejor sabe hacer, cobrar justicia, cuando ve los abusos de los que son presa aquella tranquila gente que acaba de ganar su completa simpatía. Y sabemos que la escala de valores y sentido de justicia de McCall es altísima, por lo que no dejará títere sin cabeza, echándose encima a una de las mafias más peligrosas del mundo. Pero para un Robert recuperado y en forma, y con cierta ayuda de la joven agente Emma Collins (interpretada por Dakota Fanning en el momento nostálgico de la película en varios sentidos), estos mafiosos son pan comido. Emma entra en contacto con él ya que la agencia está siguiendo la pista en falso de un viñedo, pero la astuta agente rápido descubre que es una fachada de algo más grande. Esta parte que involucra a la CIA, aunque se acopla bien a la película, no se termina de desarrollar bien y pareciera más bien un simple cameo, además que está plagada de clichés pero es que, lo que quiere mostrar la cinta y en lo que se enfoca, es en el retiro del personaje de Washington.

Pedirle a este tipo de películas ser profundas u originales es complicado y en cierta manera e irónicamente injusto, ya que lo que uno espera de estos héroes de acción es seguir una fórmula sencilla, un protagonista carismático, inteligente y prácticamente invencible; intriga, escenas de acción llenas de adrenalina, villanos excéntricos y sin escrúpulos; todos estos ingredientes los encontramos aquí; la diferencia entre una mala película y una cumplidora (como es este caso para mí) es como lo ejecutas y conectas todo y creo que Antoine Fuqua lo resuelve bien con un desarrollo en su historia bien planteado, un buen apoyo su experimentado protagonista, y el inteligente acierto de la región italiana donde se desarrolla todo. Inteligente y algo mañoso, porque uno se puede perder en eso y perdonarle a la película caer en los excesos propios del género, cuando quedamos maravillados como espectadores con los paisajes, sus apacibles calles y plazas que parecen atrapados en el tiempo, y que como al igual que McCall sentimos la calidez de su gente.

Quizá porque es más reciente la franquicia, pero cuando uno piensa en estos imbatibles héroes justicieros, como pueden ser Jason Bourne, Bryan Mills o John McClane (quedémonos ahorita solamente con los estadounidenses), casi no viene a la mente el Robert McCall de la franquicia de Fuqua, pero fácil y meritoriamente ya podría entrar en esta categoría. La dupla de Antoine y Denzel nos ofrecen un cierre congruente y digno aunque sin tantas complicaciones, para una franquicia posiblemente infravalorada, la que además de ofrecer una buena dosis de acción ha hecho buenos números en taquilla en sus anteriores entregas (esta tercera parte es prueba de ello).

Fuqua de cualquier manera cumple, y si ésta fuera en verdad la última entrega de la franquicia podemos decir que entregó un cierre digno y cumplidor para su trilogía.

 

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Acerca del autor

Clementine   @@lupistruphis  

Escéptica ante todo, pero con una gran curiosidad. Amante del café y del aroma a libros viejos. Nostálgica e idealista sin remedio. Alguna vez de niña me llevaron al cine, y siempre vuelvo a él porque siempre me salva.


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