Till, Justicia para mi hijo: Un culebrón sin alma y sin Oscar

Últimamente he decidido no ver el trailer ni leer la sinopsis  antes de ver alguna película, para como digo yo, llegar en blanco y que me sorprendan. Sin embargo y pese a mis esfuerzos, en esta película en particular, tanto el póster como el título que le pusieron en Latinoamérica, te cuentan toda la historia: una mujer afroamericana, con la mirada al horizonte y abajo se lee “TILL, Justicia para mi hijo”. Obvio que a la mujer le mataron a su hijo, y pues pinta para tremendo drama. Si acaso el misterio era saber qué cosa o quién es Till, pero eso se devela en los primeros 3 minutos.

A mediados de la década de los 50, en un Chicago que intenta ser progresista, vive Mamie (Danielle Deadwyler), una mujer afroamericana, viuda y con su hijo Emmett (Jalyn Hall) de 14 años. Llevan una vida mas o menos tranquila, ella tiene su pareja de muchos años y viven con sus padres. A Emmett lo han invitado a pasar unas vacaciones de verano con sus primos en Misisipí, pero Mamie no está muy convencida de que vaya porque sabe que en el sur las cosas son diferentes, y su hijo, que ha sido educado en una ciudad más liberal, tal vez no sepa comportarse como se requiere en esos lugares. Ante la insistencia del hijo y el apoyo de los abuelos, Mamie decide dejarlo ir. Como es de esperarse, Emmett no entiende las reglas que todavía tienen los afroamericanos y tiene la osadía de decirle a una mujer blanca que es muy bella y hasta le chifla en la calle. Esto provoca que el chico sea buscado y secuestrado por los familiares de la mujer y terminen matándolo. Mamie, por medio de algunas organizaciones y políticos, consigue que le lleven el cuerpo de su hijo a Chicago, pero al ver las condiciones en que lo dejaron, decide hacer un funeral con el ataúd abierto y permite que le tomen fotos para que todos sepan lo que le hicieron.

Hasta ahí. Todo pintaba bien, sin embargo, la directora Chinonye Chukwu está empeñada en recalcarnos hasta el cansancio  que a la mujer le mataron a su hijo y que este era muy bueno. La película, que de por sí ya llevaba un ritmo lento, se hace más lenta. Muy repetitiva en los diálogos, hacen que el drama sea exagerado y al momento de llegar al juicio, el público ya está cansado, y esto parece percibir la directora porque que mete un poco el acelerador. Mala idea, pues se crea un final sin climax y predecible que se hubiera resuelto 45 minutos antes con el epílogo.

De las cosas buenas que tiene la película es su ambientación, el vestuario, el regreso de Whoopi Golberg (a mi me dio gusto verla activa aunque la hace de la abuela). Los actores son buenos, y hay que resaltar a la protagonista Danielle Deadwyler, que aunque un poco pasada de dramática, hace un papel aceptable y creíble.

Es una película que se puede ver muy bien en casa porque se puede pausar, echarse la siesta y seguir viéndola u olvidarse de ella y hacer otra cosa. Y no, no era material de Oscar, así que mejor dejemos las quejas de lado ya que hay mucho mejores películas este 2022, e incluso dentro de las nominadas

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