Wes Anderson ¿Un hipster encasillado o un maestro excéntrico?

En la obra de Weasley Wale Anderson se puede confirmar aquella frase que dice “En el gusto se rompen géneros”,  pues si bien su lenguaje puede ser demasiado peculiar, incómodo o hasta ridículo para algunos, sería injusto y hasta ignorante negar su calidad y progresión artística, misma que lo ha llevado a ser uno de los cineastas más interesantes de nuestra época. Nacido en Texas  a finales de los 60’s, la emoción y los traumas de la infancia forjarían su obra, sin embargo sería en base a su talento innato y a sus asociaciones personales lo que ya entrado en juventud definirían su estilo y tono narrativo y visual, el cual es inadecuadamente acusado por algunos como un caso de estética sobre sustancia, lo cual no puede ser de lo más erróneo.

Wes Anderson

De padres divorciados, podemos encontrar la explicación del porqué a través de toda su filmografía siempre hay uno o varios personajes que buscan la aceptación parental (Nótese también los superlativos o ´títulos monárquicos para resaltar sus títulos de cintas como “Royal”, “Grand” , “Fantastic”, “Kingdom”); así mismo, como hijo de un ejecutivo – agente publicista y una arqueóloga, Anderson comprendería la importancia del aspecto visual desde temprana edad, aquella que capta la atención para crear un lazo intimo con el cliente – espectador, claro, sin dejar de lado el cuidado en la tradicional base del lenguaje. Las clases en la jerga publicitaria al parecer rendirían frutos, pues además de desempeñarse como guionista y director de varias campañas para radio y televisión estadounidense, a la postre dentro de su obra cinematográfica el texano crearía a través de una estrategia de ventajas competitivas dentro de la industria, un estilo, una marca audio – visual – narrativa diferenciada de  todos los demás productos del mercado, la cual le ha llevado ser consumido fervientemente por algunos, pero también aunque no probado por otros, siempre reconocido por todos debido a su grado de sofisticación y calidad en su concepto.

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Publicista, director, guionista, productor, Anderson de manera no oficial también desempeñaría el rol de relacionista público en toda su carrera. Todo comenzaría con su fructífera relación con los hermanos Wilson (Owen y Luke) en sus primeros proyectos y films que los explotarían desde Sundance hasta los Oscar, sin embargo a través de los años, la marca y empresa “Wes Anderson” se ha conformado de una serie no solo de fanáticos (Martin Scorsese se declara como el presidente de fans de Wes), actores y/o asociados, sino un séquito de seguidores dentro de la misma industria con los cuales se honra recíprocamente al vincular y combinar sus talentos bajo la visión del cineasta, pero también con los correctores desempeños de las tallas de Bill Murray, Jeff Goldblum, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Adrien Brody, Jason Schwartzman, Anjelica Huston y Willem Dafoe, figuras recurrentes en su filmografía que incluso, también fans, siempre se dicen afortunados de formar parte de su marca, familia, empresa, arte.

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Antes de pasar revisar y para poder comprender su obra, hay que resaltar y reconocer 4 aspectos principales en esta máquina de perfección visual: La primera, su simetría obsesiva en todo plano o toma (Aspecto que recuerda mucho a Stanley Kubrick), que hace que sus personajes sean partícipes de un cuadro repleto de una paleta de colores, en su mayoría pasteles, exquisita; lo que nos lleva a la segunda característica, en la cual Anderson es capaz de sumergir a cualquiera en un mundo cinematográfico jamás antes visto a través de una progresión de imágenes y ambientación exacerbada que visualmente podría rayar en lo infantiloide o fantástico, pero que en realidad nos lleva al tercer factor, en el cual ya podemos abordar su contexto narrativo, tal que es tan astutamente complejo que su obra puede ser disfrutada tanto como niños como por adultos, forjando opiniones individuales, distintas y percepciones acordes a la edad, género, emociones, situaciones o empatías similares o preferidas por aquel espectador en turno ¡Asombroso sin lugar a dudas!; la cuarta y última es quizá por qué Scorsese es su fanático, y es que Anderson tiene una habilidad muy poco común , que es la de no solo introducir un sinfín de personajes, sino también hacerlos tridimensionales ¡A todos! que de una manera u otra influyen en el desarrollo de la trama, incluso en ocasiones proveyendo a personajes silenciosos y terciarios de este privilegio.

Si aún no lo saben, The Grand Hotel Budapest sigue en cartelera (Si no la han visto, no que hacen aquí leyendo), así que es el tiempo justo y necesario para someter a Anderson a la regla del cazarrecompensas, ciencia exacta que nos arroja el resultado de una obra fílmica y el veredicto hacia la misma.

5. Excelsa

4. Buena

3. Mediocre

2. Absurda

1. Cochinada

0. Sin comentarios

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Introducción y confirmación

8 largometrajes en una carrera que comenzaría en 1996, sin embargo 2 años antes de esto su opera prima Bottle Rocket a manera de cortometraje ya era un tema de boca en boca en el Festival de Sundance. Atrevida y fresca, la adaptación a largometraje de parte del mismo Anderson y Owen Wilson sobre el plan “maestro” de 3 amigos para cometer un crimen no lograría arremeter con la misma fuerza que su fuente original, sin embargo desde ese momento el tono cómico – satírico del cineasta comenzaría a relucir sin aún la identidad visual que lo caracteriza, suficiente excusa para que una generación MTV comenzará a fijarse en él como una promesa distinta a los estándares hollywoodenses, que podía combinar lo mejor del cine independiente con un desarrollo y estructura no digamos comercial, sino más adepta al ritmo cinematográfico acostumbrado de dicha época. Un mediano pero buen comienzo

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Con su siguiente cinta pasaría algo extraño, si bien Rushmore de 1998 sería un hit gracias a una definición de imagen juvenil que desataría fílmicamente una “hipsteria” (Podríamos decir que Wes Anderson es, sin encasillarse, ni serlo, ni pedirlo, una de las tesis del cine hipster), sus valores radicarían más en sus labores histriónicas que en su tratamiento en sí, haciéndola un producto bastante mediocre y algo sobrevalorado. Los esbozos de su patente se comenzarían a distinguir, la relación artística y laboral con Bill Murray comenzaría con el  pie derecho (Con una de las mejores actuaciones del veterano caza fantasmas) y Jason Schwartzman por su parte haría los honores con la mejor inclusión de su carrera como un líder estudiantil revolucionario. Basada en las vivencias universitarias de los propios Anderson y Wilson, quizá el tono cómico provisto por el segundo (suponiendo) termina desequilibrando lo que se pretendía como un relato más serio, de crítica y emocional. En fin, al público y a alguna crítica vislumbró, pero la realidad es que aún se notaba lejos de algo justificadamente destacable.

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Un par de años después llegaría la primera gloria en la que irónicamente sería su última asociación con Owen Wilson en la parte del libreto. The Royal Tenembaums es antes de una crítica a todo el sistema de valores familiares americanos, una sátira divertidísima donde un grupo de inadaptados convergen de manera instintiva hacía con su forzada familia y allegados; una cinta 100% comunicativa sobre los problemas de comunicación, enriquecida con un ritmo y unos diálogos maravillosos que convierten a todas sus partes actorales en una máquina de engranajes cuasi perfecta, donde la química se da por si sola y donde Anderson es capaz de embalar a todos bajo el mismo nivel histriónico en función del relato y no viceversa.

Con sus baches en la parte directiva (En ciertos pasajes puede resultar redundante y aburrida), el libreto solventa aquellos imperfectos para que Anderson por fin pueda dar rienda suelta a algo que pareciera haber estado meticulosamente planeándose desde 1994, aquel estilo visual – narrativo distintivo que ve su primera explosión en esta agraciada cinta. Así, los colores pasteles comienzan a resaltar, los elementos simétricos a notarse, los propositiva rigidez física de sus personajes al trabajar bajo su dirección (Gustoso de proyectar lo automático que pueden llegar a ser los sentimientos y las relaciones humanas) y finalmente, aquel ritmo narrativo que irónica y contradictoriamente, parece una asimetría cronológica.

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Aunque en su contexto adulto es bastante disfrutable y compleja, The Royal Tenenbaums puede ser una obra global y multi target para toda generación, una de esas buenas películas, no perfectas, que seguirán vigentes con el paso del tiempo más que nada por presentar una oleada de personajes sin tiempo, espacio o justificación existencial, pero que por alguna extraña razón son delimitados y reconocibles de las maneras más emocionales y familiares posibles.

 

La caída necesaria

Con la partida de Wilson en la parte del libreto, Anderson entraría a una etapa de prueba directiva donde también desempeñaría una especie de casting para su próximo socio en la labor del libreto. Los resultados no serían los mejores, de hecho la dupla de cintas de esta etapa se convertirían en la mancha en su currículo, pero al igual que sus historias, la moraleja parece ser que todo sacrificio vale la pena en la búsqueda de un bien mayor.

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El primer bache sería The Life Aquatic with Steve Zizzou (2004), una aventurera cómica que parece no tener límites en su aspecto estrafalario, siendo ese su único y suficiente error. Para el cineasta sería demoledor, no solo por las críticas de medianas a malas, sino también porque el toque estructural hacia sus personajes se perdería, dando la razón a sus detractores y poniendo en escena una cinta preocupada mucho más por su aspecto visual que por su “sustancia”, como el director mismo menciona. Así mismo la parte histriónica resentiría esta baja de calidad, ya que a pesar de las inclusiones de Gambon, Dafoe, Goldblum y Blanchett (Esta ultima la más destacable), todos se muestran en un nivel mezquino y bobo. La historia sobre un explorador marítimo que arma una tripulación improvisada para cazar a un mítico tiburón que mató a su anterior socio se escucha morbosa, divertida, pero no es ni para tanto, cayendo en os límites de la absurdez

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El segundo tropiezo llevaría por nombre The Darjeeling Limited, road movie a través de la India (Perfecto y estratégico lugar para explayarse en todos los colores posibles) donde a pesar de su intermitencia Anderson logra colarse sustancialmente en la historia de 3 hermanos que después de la muerte de su padre buscan reencontrarse. La química entre Wilson, Schwartzman y Brody funciona bastante bien en algunos pasajes mientras que la ambientación y fotografía son de ensueño, sin embargo lo que resalta dentro de esta agradable mediocridad son los primeros reflejos del socio perfecto en el libreto para el director, un Roman Coppola que vino a a perfeccionar el complemento del artista en este rubro comprendiendo su estética y los pasajes más íntimos de infancia y juventud traducidos en historias de redención oníricas.

Aunque logra equiparar el nivel de sus primeras obras, quizá lo que haya lastimado a esta como a sus anteriores cintas (A excepción de The Royal Tenenbaums) es el nivel y catedra directiva, artística y autoral que el texano estaba a punto de demostrar. Era el momento de esculpir y confirmar su estilo, de posicionar su marca, de la reverencia por parte de público y crítica.

 

El Fantástico Sr. Wes

Ganadora del Oscar a mejor película animada, The Fantastic Mr. Fox es una joya que dista mucho del estándar Oscar y de considerarse como una película meramente animada; esta extraordinaria cinta te invita al hermetismo de un cine de autor que pretende ver más allá de los superfluo de una historia donde un Señor Zorro mete en peligro  su familia y allegados por su mismo orgullo de ladrón de gallinas; es una introspección emocional e intimista donde el director comunica que el individuo no puede cambiar, no quiere, va en contra de sus valores y gozos más íntimos.

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Con las voces de Clooney y Streep en los protagónicos (Mas los recurrentes agregados), el ritmo es excelso y la oda en stop motion puede ser percibida de manera distinta dependiendo de la edad, pero igual de disfrutable para todo público. He aquí donde la confirmación artística de Anderson da a lugar, logrando un equilibrio maestro entre lo visual, lo auditivo y lo narrativo en una película por sobre todas las cosas divertida.

Seguiría inmediatamente su tercera asociación con Coppola con un cuento de hadas que define lo hermoso y la inocencia en el cine. Moonrise Kingdom se siente como un estado de relajación en su carrera, donde alejado de toda pretensión artística solo se da el lujo de regocijarse así mismo con la implementación total de su lenguaje cinematográfico: Dolly y paneo que recorren habitaciones tapizadas de colores pastales, una historia romántica de niños y aves y bosques, de lucha, de inocencia, de redención, de personajes entrañables y perfectamente delimitados, planos simétricos con el elemento principal en el centro de la toma y una excelencia visual que hace de esta cinta un disfrute para cualquier infante o adulto. Astuta, fresca, original, quizá no sea tan compleja y el mensaje sea más equilibrado hacia lo infantil, sin embargo no deja de ser cautivadora.

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Como es su costumbre, dejaría pasar otro par de años solo para encontrar su punto máximo como autor y posicionar por primera vez a una de sus cintas como un clásico instantáneo e innegablemente como una de las mejores cintas en los últimos años. The Grand Budapest Hotel es, además de una marca registrada en todo el estilo del que hemos venido hablando, una amalgama fina y elegante de narrativa cómico – trágica que encuentra esta vez también en sus histriones el perfecto vehículo para corroborar la maestría de Anderson como relatador y director de historias. Hermético como siempre pero excelso como nunca, el autor encuentra en los escritos de Stefan Zweig la excusa ideal para desplegar su sátira y encontrar en segundos su perfecto ritmo y desarrollo con una imaginería suficiente para dotar de vida y complejidad a cada uno de sus partícipes, llámense personajes y/o escenarios.

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Repleta de simbolismos estéticos aparentemente sin ninguna explicación (Unos precisamente sin ninguna explicación), Anderson juega a esconder y redescubrir en cada toma o plano algo nuevo que de sentido y realismo a su mundo de ficción que se convierte en realista a través de sus situaciones, es cierto, pero a la misma vez fantástico debido a sus ambientaciones. Una obra maestra sin lugar a dudas que quedará enmarcada, así como las tomas de Anderson, en los anales del séptimo arte. Chequen aquí la crítica a fondo de El Tgre & El Tiempo

 

El Veredicto

Bajo la regla del cazarrecompensas Wes Anderson es acreedor a un 3.6. Su etapa final como cineasta lo ha rescatado, sin embargo el bache sufrido en sus mediados al parecer solo resultó ser un mal necesario para seguir con esta constante calidad. Así mismo, habrá que reconocer que a pesar de que sus primeros 2 ejercicios le son contados como mediocres, son un par de cintas bastante disfrutables donde el oficio y talento resaltan.

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Independientemente del gusto o no por su obra, se debe reconocer de parte de todo amante al buen cine, que Wes ya es parte de ese colectivo de cineasta que hoy en día forjan las tendencias y el camino del buen cine, con un estilo diferenciado, de autor, de artista. No será un P.T. Anderson, pero casi, es un Wes Anderson

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


3 Comments

  • Rushmore no es mediocre ¬¬
    The Life Aquatic es la que menos me gusta, aunque también es cierto que es la primera que ví, y en ese tiempo no sabia nada de Wes ni de su estilo. Pese a ello, tampoco me desagrada.
    Creo que en algún momento mencioné por acá mi adoración incondicional hacia The Royal Tenembaums (mi película favorita del siglo XXI) que, además de ser una exquisitez estética, nos entrega la mejor actuación de Gene Hackman (que ya es decir) en el papel de ese entrañable hijo de puta que es Royal, además de sacar oro de gente como Ben Stiller y un final que me sacó una sonora carcajada.
    Mi top Andersoniano:
    1.Royal Tenenbaums
    2. Moonrise Kingdom
    3. The Grand Budapest Hotel
    4. Rushmore
    5. Fantastic Mr. Fox
    6. The Darjeeling Limited
    7. Bottle Rocket
    8. Life Aquatic
    Hay que mencionar también que, además de su estilo vistoso visualmente, de su sentido del humor inconfundible y de ser un director de actores de otro planeta, las bandas sonoras de sus películas son maravillosas, tanto los temas escogidos como los que le compuso Mothersbaugh.

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    • Mi estimado, la neta si es mediocre, usted mismo me la pine en un 4, aunque me sorprende que apenas abajo de Budapest y ¡¿Arriba de Fox?! Pero bueno, al parecer los dos al menos estamos de acuerdo que estamos ante un maestro de su propio estilo, un buen cineasta que ha sabido proyectar su lenguaje artístico distintivo y tambien, que nos ha otorgado cosas como la excelente Royal. Si me permite hacer mi top, yo me iria primero con Budapest, Fox, Royal y despues Moonrise Kingdom

      Le mando un cordial saludo y gracias por comentar! Espero que le haya gustado

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