Wildflower: CODA contraataca

¿Alguna vez les ha pasado que ven una cinta parecida a otra que ya vieron (o al menos saben de qué trata) y sienten que están viviendo un déjà vu? ¿Qué, por más que intenten juzgarlas por separado, cada suceso que ocurre en la historia vuelve inevitable regresar a esa otra que les está recordando? Y debido a esto ¿la cinta en cuestión no tiene mucho que la distinga de otras producciones similares? Pues eso acaba de ocurrir con “Wildflower” que, a pesar de sus buenas intenciones, no sólo se queda corta, sino que va a quedar en la memoria como la copia de una copia.

Es difícil hablar de esta cinta sin que se recurra a mencionar a “La Familia Bélier”/ “CODA”, pues da la impresión de que copia y pega casi todo su contenido: desde el concepto (nada más cambiando la sordera por discapacidad intelectual), pasando por el conflicto de la protagonista, el desarrollo de la historia y ciertos puntos importantes de la trama, hasta el uso de humor y la música sensiblera para obtener un balance entre comedia y drama. Sólo que ahora la narrativa es confusa, porque a pesar de usar una voz en off para explicar cómo Bea llegó a su situación actual, el arco general está dirigido por Erika Alexander, que entrevista a todos los involucrados para tratar de reconstruir lo que pasó. El problema de esta decisión es que al inicio cuenta la vida de Bea desde sus recuerdos, pero desemboca en que están contando su vida a partir de alguien más, quitándole intimidad al relato. Además, la voz en off resulta perjudicial porque redunda mucho de los eventos que ocurren en pantalla.

Los intentos de combinar humor y tragedia, más que balancear el tono de la historia, evidencian cierta manipulación emocional, no importa si es el padre tratando de convencer a la gente de creer en Jesús o el hecho de que el verdadero nombre de Bea es el del personaje animado favorito de su madre (el venado más famoso del cine). Algunos de estos chisten dan risa y cumplen con su función de aligerar el relato, pero también ponen en duda la delicadeza con la que maneja un tema como la crianza por parte de 2 padres que no están en condiciones para cuidar un niño por su discapacidad intelectual. Pero por el mismo tratamiento del guion y el tono tan cursi de la dirección de Matt Smukler, simplifica demasiado el tema principal y no ahonda en las implicaciones que esto conlleva en la protagonista.

Aunque Kiernan Shipka cumple como Bea, brindando una actuación sensata, optimista e inusualmente madura por estar atrapada en un rol parental más temprano de lo que debería (por más que está un poco grande para el rol y la voz en off no le hace ningún favor), la verdad es que es fácilmente opacada por el resto del reparto, en especial por Jacki Weaver y Jean Smart como las abuelas, y Erika Alexander como la trabajadora social que la ayuda. En cuanto a Dash Mihok y Samantha Hyde (como la caracterización de los padres) son directamente afectados por la simplificación del guion, pues pareciera que sus actuaciones son algo caricaturizadas y fácilmente harán recordar al Sam de Sean Penn. Carecen de tiempo en pantalla para desarrollarlos o por lo menos empatizar con ellos. Es otro de esos casos donde la enfermedad o el trastorno no es una característica del personaje, sino toda su personalidad.

Aunque puede disfrutarse y tiene sus momentos conmovedores, deja sus ideas a medio desarrollar y la observación general sobre las implicaciones de vivir con una familia atípica es superficial, e incluso algunos podrán pensar en que su mensaje está tergiversado porque, aunque el amor de familia está ahí, parece ser más dañino que beneficioso, porque Bea triunfa a pesar de la discapacidad de sus padres y no gracias a ello. Para proceder con precaución, están advertidos.

P.D. Sé que no es buena actriz, ¿pero para qué traes a Alexandra Daddario si a duras penas va a salir en pantalla? ¡Nos privaron de un buen taco de ojo!

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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