Editorial Cinescopia: ¿Cómo y por qué los buenos directores se vuelven malos?
La recepción general que llevan hasta el momento proyectos como “Beetlejuice Beetlejuice” y “Megalópolis” ya no es nada del otro mundo, incluso hasta parece una broma que los críticos queramos verlas para que se cumplan las expectativas que teníamos de ellas (es decir, ninguna para confirmar la decepción premeditada de antes de entrar). Sin embargo, esto me ha llevado a la pregunta: ¿Cómo y por qué los buenos directores se vuelven malos? Ustedes saben de quienes hablo: directores que se consideran innovadores hasta la fecha por todo lo que aportaron, pero muchos sentimos que han perdido esa grandeza que alguna vez tuvieron. ¿Es parte de lo que implica envejecer? ¿Todo artista está condenado a fallar con el tiempo? ¿Cómo se puede salir de ese agujero creativo?
Para entender mejor este panorama, es necesario dividir a varios directores en numerosas categorías según su filmografía y resultados generales. Pasemos a ver los grupos.
Los que se fueron a pique de inmediato: Aquí entran aquellos que el público proclamó que cambiarían en mundo, pero en un punto temprano de su carrera cayeron y nunca volvieron a levantarse. M. Night Shyamalan es el máximo exponente de esta categoría, pero también entran otros como George Lucas, Sofia Coppola y las hermanas Wachowski. ¿Qué tienen en común? La crítica y audiencia declararon que seguirían haciendo grandes cosas, si esa cosa que impactó al mundo fue sorprendente, seguro lo demás que harán será igual de bueno o mejor. La gran mayoría comenzó con ideas creativas y carreras prometedoras, pero fuera de esa obra magna y uno que otro trabajo de interés, el resto de su filmografía no se sostiene por su cuenta y terminan bebiendo de sus glorias pasadas
¿La razón? Esa obra magna tuvo ayuda y consulta detrás de cámaras para asegurarse de que la historia fuera más cohesiva y lógica, y en el momento en que al director le soltaron su correa, lo único que hicieron fue hacer que embarrara todos los conceptos de sí mismo, a tal punto que nadie más que él la puede disfrutar. La primera de “Star Wars” (trilogía), “The Sixth Sense” y “Matrix” son buenos ejemplos de este caso. Si bien cambiaron para siempre la forma de ver y hacer cine, el estudio y los ejecutivos fueron responsables de asegurarse que el proyecto funcionara, pues guiarlos detrás de cámaras fue la decisión que causó que futuros directores y trabajos trataran de copiarlos. Por lo tanto, luego de años sin dirigir, sin estar a cargo de un proyecto importante, sin nadie en su contra, sino elogiándolos como genios, con el ego por las nubes, ¿realmente nos sorprende haber obtenido lo que obtuvimos?
Los que no tienen libertad creativa (o tienen demasiada): Aquí entran los que son populares entre el publico y tienen una legión de fans asentada, pero tienden a repetir muchas cosas en su filmografía. Elementos que por más comunes que sean en todos sus trabajos, da la impresión de que siempre cuentan lo mismo, y al igual que la categoría anterior, en el momento en que se les suelta la correa, desbordan esas características hasta el exceso. Algunos claman hartazgo porque el patrón siempre se repite una y otra vez, otros dicen que no importa porque lo hacen tan bien y que si cambian perderían su identidad. En ambos casos se concuerda la repetición de estilo. Directores como Christopher Nolan, Wes Anderson, Yorgos Lanthimos y Woody Allen entran en esta primera definición.
No obstante, también puede ocurrir el caso contrario, el limitar ese estilo y la creatividad del director, encasillarlo a un género o una fórmula que garantice el éxito y no permita otras alternativas a su trabajo. John Carpenter llegó a repetir muchos de sus primeros proyectos casi sin variación, dirigió cosas ya antes vistas, pero sin mucha innovación, y no fue sino hasta su retiro que pudo vanagloriarse de su obra. En cambio, la muerte fue lo único que redimió a Wes Craven, pues el evento le hizo olvidar a la gente que, fuera de la saga “Scream” y uno que otro proyecto como “Red Eye”, su carrera estuvo en declive por años. ¿La razón? Él nunca quiso hacer terror, siempre le interesó hacer romances, pero el éxito de sus primeros trabajos fue lo que lo catapultó a la fama y le permitió seguir trabajando. Así que, ¿realmente sorprende que la mayoría de sus películas de terror sean malas si ni siquiera era su intención original dedicarse a ello?
Los que no hacen tantas películas en general: Nadie mejor que Francis Ford Coppola, Milos Forman y George Miller para liderar esta categoría que es tan directa como dice el nombre. A Coppola todos lo conocemos por la trilogía de “The Godfather” y “Apocalypse Now”… ¿Pero sabían que también dirigió obras como “Captain EO”, “Peggy Sue Got Married”, “Jack” y “Twixt”? Obras muy discordantes, de calidad demasiado variable y que no encajan con su mentalidad o esas obras maestras antes mencionadas. Lo mismo con Forman y Miller, quienes a pesar del aporte hecho con “Amadeus” y la saga “Mad Max”, tienen obras tan raras en su carrera que parecen hechas por otra persona, esto no es malo, sólo que explorar más allá de lo conocido saca de balance en la primera impresión. A esto hay que agregar que los años entre proyecto se vuelven más espaciados conforme avanzan, agregando más inconsistencia.
Sin embargo, gran parte de esa inconsistencia es comprensible porque están ocupados en otras cosas, desde producción hasta teatro y haciendo vinos. Lo cual no tiene ningún problema, pero al tener la mente tan dispersa en muchos campos, las posibilidades de hacer buen arte bajan porque no se hace tan seguido. Un ejemplo claro de dirigir lo que quieren cuando quieren, si son felices haciendo lo que les gusta fuera del cine, está bien. ¿Quién dice que deben seguir haciendo películas para satisfacernos?
Los mixtos o “hit-or-miss”: Aquí entran aquellos directores que solían hacer puros éxitos, pero luego hacen fracasos tan malos que es imposible creer que vengan de la misma persona. Usualmente los éxitos conforman los inicios de su carrera y son sus trabajos más memorables, mientras que los fracasos abarcan las partes finales y a duras penas reciben mención. Sus obras suelen convertirse en parte de la cultura pop, y aunque llegan a usar muchos recursos visuales, saben mantener un balance con la historia. O al menos así parecía hasta la llegada de la era digital, donde se han vuelto tan dependientes de la pantalla verde y otros efectos especiales que parecen haber olvidado cómo solían dirigir antes, sin artificios ni computadora.
Sin embargo, el extremo al que llegan estos estilos es tan pasional que la conexión con el espectador se siente más personal, razón suficiente para que muchos perdonen las más que evidentes fallas y el desgaste que van acumulando con los años. Es difícil saber qué es lo que nos hace regresar, pero cada uno lo tiene a su manera. La lista de quienes pertenecen a este grupo es interminable: Tim Burton, Ang Lee, Gus Van Sant, Peter Jackson, Robert Zemeckis, Robert Rodriguez, Danny Boyle, Ridley Scott, James Cameron…
Los que vuelven: Este es el grupo más impresionante y también el más difícil de clasificar, puesto que muchos directores (buenos y malos por igual y de todas las categorías anteriores) han pasado por aquí. Desde los hermanos Coen, pasando por Steven Spielberg, hasta Barry Sonnenfeld. Pero el caso más sorprendente es el de Martin Scorsese: por más que aplaudamos toda su carrera, también hay que admitir que no todo lo que ha hecho es una joya (sobre todo sus obras previas a “Taxi Driver” y la etapa de los 90), y aun así cualquier director daría lo que sea por tener una de esas películas, lo cual habla de una consistencia envidiable y una reinvención constante de su estilo para evitar que se estanque. Incluso Shyamalan tuvo un brevísimo regreso con “The Visit” y el cierre de su trilogía de superhéroes en “Split” y “Glass”. Estos son directores que empezaron bien, se desviaron por un tiempo y regresaron más fuertes que nunca. ¿Necesitaban tiempo para sanar? ¿Debían intentar algo nuevo para volver a lo tradicional o el apego a lo tradicional interfería con algo nuevo?
A pesar de todo lo que acabo de decir, no hay una respuesta definitiva a todos estos casos, hay que recordar y tener en cuenta que todo lo antes mencionado es especulación porque las variables son infinitas y nunca hay garantía. Nadie sabe que pasa detrás de escenas y mucho menos dentro de la cabeza de alguien. No hay un solo método que funcione porque una producción cinematográfica es conformada por muchas personas. Unos directores bajan, otros suben y otros deambulan en un limbo medio, a veces la interferencia del estudio arruina las películas y otras veces las salva, a veces un artista puede hacer todo lo que quiera y otras veces necesita más restricción y guía. Sin embargo, todos estos factores impredecibles son los que hacen el arte tan emocionante, un buen director puede hacer mierda y un mal director puede hacer oro. Todo se trata de entender que nadie es perfecto y siempre tener la mente abierta, pues la próxima “Citizen Kane” o “The Room” puede estar a la vuelta de la esquina.
Y luego está el …