El Otro Lado de la Esperanza – La comedia adoptando al drama

Nunca había estado tan cansado antes de asistir a una función de cine. Tenía días sin dormir, había llegado de viaje hacía unas horas. Sólo pensaba en envolverme como una enchilada humana en mi cobija y ponerme en modo avión. Sentado en mi butaca, me arrepentía de no haberme comprado algo con cafeína, o ya de perdida un refresco, para evitar el oso de ser ese sujeto que se duerme en el cine. La función comenzó y sólo bastó una inolvidable escena de apertura para que “El Otro Lado de la Esperanza” me absorbiera por completo, esfumando la pesadez que traía sin darme cuenta.

Escrita y dirigida por el finlandés Aki Kaurismäki, esta historia nos llevará a un viaje de contrastes tan extremos que parecería imposible concebir una conciliación y simbiosis tan perfecta entre ellos: un drama humano real y desgarrador y una comedia que raya en lo absurdo. Primero conoceremos a Khaled, un refugiado sirio que llega a Finlandia de polizón y se entrega a la policía para pedir asilo en el país. Khaled es la viva imagen de la desesperanza. Disfrazado en lo que se percibe como calma, su rostro inexpresivo en realidad grita el dolor con el que ha tenido que cargar y vivir por años. La estadía en el centro de refugiados no será diferente, ya que será sujeto a interminables entrevistas en las que revivirá su tragedia al recordar los estragos que la guerra civil en Siria y, más específicamente, en su natal ciudad Aleppo le han dejado. La incertidumbre de no saber si podrá quedarse o si será repatriado a la zona de conflicto, no le permite ser. Por si eso fuera poco, habrá de enfrentarse al violento racismo de skinheads, que ni siquiera saben a qué etnia pertenece Khaled y ni les importa. Están guiados por un odio ciego a quien sea de un color diferente. La tragedia es la constante en la vida de nuestro héroe, pero eso va a cambiar gracias a un vendedor llamado Wikström.

En una silenciosa pero tensa escena, el rompimiento de un matrimonio pone en marcha el motor del viaje de Wikström, un veterano vendedor de camisas que decide vender todo su inventario para emprender en el negocio restaurantero. Manejando un lúgubre auto adonde quiera que vaya, el rostro de Wikström también aparenta ser el de la completa calma, pero en él se pueden leer la frustración de haber terminado su matrimonio y el haber estado dedicando su vida a algo que no lo llenaba. Su historia tiene todos los tintes para ser otra tragedia, pero tal vez haya aún un poco de esperanza en el viejo vendedor ya que decide no ver su vida de esa manera y, a pesar de su áspero rostro, la aventura y la comedia se convertirán en parte de su nueva existencia.  Gracias a su habilidad de jugador, Wikström logrará reunir el capital necesario para adquirir el restaurante más aburrido y feo que he visto, pero con un pintoresco staff. Las situaciones absurdas serán el día a día en el local, el guión de Kaurismäki maneja un humor que es a la vez inteligente e inocente, sin perder la capacidad de arrancarte sonoras carcajadas a la vez que llega a conmoverte. Me parece que un gran extra para lograr estas risas, es la inexpresividad de los personajes. Para ellos, la comedia es lo cotidiano aunque parezcan ser a veces meros autómatas. Pronto llegará a las puertas del restaurante un maltrecho Khaled, cuya vida cambiará radicalmente al darse cuenta de que aún hay personas con bondad en el corazón en su trágico mundo.

Los escenarios minimalistas y la casi genérica fotografía, son sólo un mero apoyo para contar la historia. Las acertadas actuaciones con que los actores encarnan a cada personaje es lo único que realmente necesita la película para atraparte. Al igual que el guión reconcilia el drama y la comedia, la cinematografía hace lo mismo con estos aburridos escenarios y una muy alegre musicalización a cargo de vistosos artistas callejeros. Sólo porque no hablo finlandés ni alemán, no salí cantando de la sala.

En “El Otro Lado de la Esperanza”, se abordan fuertes temas sociales que resuenan en el mundo moderno. Nos presenta la crisis de refugiados de una manera tal que dejamos de pensar en todos ellos como un número o una estadística lejana. La historia de Khaled deja de ser ajena al conocer más a fondo su problemática interior, sus experiencias se convierten en nuestras y acabamos planteándonos qué sería de nosotros si estuviésemos en su lugar. Kaurismäki lanza una pedrada a los supuestos gobiernos y organizaciones que se auto etiquetan como “humanas”, pero que desestiman a quienes realmente requieren ayuda, solo para acabarlos desechando de maneras casi violentas. También expone el peligro latente de la intolerancia así como lo estúpido de su existencia en estos tiempos.

Tan inolvidable como la primer escena, resulta la final. El filme no sólo fue capaz de quitarme el cansancio que tenía días acarreando, sino que también logró devolverme algo interno: la fe en los demás. Nos cruzamos con cientos de personas todos los días, siendo indiferentes a todos. No olvidemos que todos somos seres igual de complejos y que en cualquier momento nuestros caminos pueden coincidir por más contrastantes que sean. Siempre habremos de conocer a un Khaled o a un Wikström que nos enseñarán que no lo sabemos todo.

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Acerca del autor

El Markovich   @ChocolateBono  

Observador de la escena humana dentro y fuera de la pantalla. El cine y el chisme son de mis cosas favoritas, así que heme aquí. Yo sólo doy mi opinión, al final tú decides.


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