Hatching: Un tétrico cascarón llamado adolescencia
Estrenada en el Festival de Sundance, “Hatching” es la opera prima de la finlandesa Hanna Bergholm. Pudiera parecer una cinta de terror (muy efectiva), pero en realidad es una rica metáfora sobre dos tópicos sociales complementarios: la disfuncionalidad familiar, enfocada en una rota relación materna filial; y el desarrollo físico y emocional femenino, focalizado en una adolecente incapaz también de lidiar con la toxicidad de su núcleo.
Quizá la mejor película en lo que llevamos del año, el principal valor de la directora no es solo el equilibrio entre estos dos temas, sino el de la inclusión del elemento surreal – fantástico que provee tanto la tensión como el doble simbolismo, dentro de una narrativa que crece en suspenso y se magnífica visualmente mientras progresa “la metamorfosis” de un ente siniestro que utiliza el recurso del “doppelgänger” (el gemelo malvado) para justificar dicha alegoría.
La historia va de Tinja, una joven gimnasta que vive bajo la sombra de una madre enfocada a su imagen de “influencer” e ignorada por una tétrica asociación de su padre y hermano. Presionada por su madre dentro de una actividad deportiva que no le apasiona, e imposibilitada emocionalmente de abrirse al mundo y hacer amistades, Tinja pronto encuentra un huevo en el bosque al cual criará y del cual emergerá una criatura que complementará sus más oscuros deseos, en la búsqueda de aprobación, pero también de venganza.
Es notable como Bergholm hace que cada elemento “surreal” tenga una lógica en su aparición y desarrollo, desde la materialización de un suceso familiar hasta la propia y extraña interacción familiar, la directora conserva de principio a fin una coherencia pero sin perder el hilo principal de su historia: el cambio emocional y físico de Tinja, en una transformación de la infancia a la adolescencia poco más que infernal.
Así mismo, hay que resaltar que el terror se origina dentro del núcleo familiar, un terror real, palpable, y que hace de su trágica protagonista un ser empático que conecta con la audiencia de manera natural, incluso a pesar de sus acciones a través de su “criatura”. El horror visual viene por añadidura, destacando no solo el diseño del “monstruo” y su metamorfosis (en una especie de body horror muy efectiva), sino también la oscura atmosfera que junto a la fotografía, va trastocando los “hipócritas” colores blancos y pasteles, en una oscuridad que ayuda al encausamiento de excelentes secuencias que impactan de manera doble por su visión y narrativa, y que se alejan del simplista “jump scare”.
El trastabillo sin embargo viene el último acto. La directora tiene una secuencia majestuosa y repleta de suspenso como prólogo, donde la frágil relación madre – hija llega a un abrupto final tras un suceso que funge como un pre clímax. Tras esto hay una pequeña ruptura entre lo real y lo imaginario, pues la narración decide juntar a ambas rompiendo cierto misterio y misticismo. Así pues, la metáfora se materializa en el mundo real, y aunque funciona gracias a la sapiencia en su ritmo, horror y hasta un toque de comedia involuntaria, quizá esa línea no debía ser cruzada. Aun así, Bergholm se las arregla con un último, pequeño, pero poderoso giro de tuerca que da conclusión y establece esa nueva faceta e inicio de la ahora adolescencia.
Mención aparte para la joven actriz, Siiri Solalinna, un debut majestuoso en lo que es “doble” papel repleto de complejidad.
Sundance, el género de terror y las relaciones maternas filiales se están apoderando del cine 2022 con excelente propuestas, la mejor de ellas “Hatching”, un extraordinario debut con una gran imaginativa, historia y desarrollo.