Las Mejores 30 Ganadoras de la Palma de Oro de Cannes

Cannes, la festividad más grande del cine, ha sido cancelada por quinta ocasión en su historia desde su creación en 1939. Sin duda el punto máximo en cuanto a la afectación cinematográfica causada por el COVID-19, pero comparado con el problema global, esto significa solo una pequeña intermisión para que los amantes del cine tengan el tiempo  y la oportunidad de revisitar no solo su historia, curiosidades y recuerdos, sino también sus varias e imprescindibles ganadoras, las cuales forjan uno de los mejores círculos en la historia del celuloide.

Un poco de historia, Cannes no nació grande, siendo incluso la sombra de Venecia y Berlín en una especie de guerra y/o extensión de la tensión y conflicto entre dichas naciones. Poco importaban las películas, sino quién era más importante en todos y cada uno de los rubros, y uno de ellos era el cine. Así pues, mientras los organizadores de Cannes comenzaban detrás de Venecia en 1939, el mismo día de la inauguración, 1 de septiembre de aquel año, las tropas alemanas entran a Polonia y el Festival es cancelado, dándole por default el primer gran premio a Union Pacific de Cecil B. DeMille (en esa edición se supone también competirían entre si El Mago de Oz, Goodbye Mr Chips, y una selección de lo mejor del cie francés en aquellos momentos).

Tras la primera y súbita cancelación y debido a la Segunda Guerra Mundial, Cannes resucitaría hasta 1946, haciendo una múltiple premiación de su gran premio a 11 películas producidas entre 1943 y 1946, destacando entre ellas María Candelaria de Emilio Fernández (México), Brief Encounter de David Lean (Reino Unido), The Lost Weeekend de Billy Wilder (Estados Unidos), y Roma Ciudad Abierta de Roberto Rossellini (Italia).

Tras la escasez de producciones, resultado de la Guerra (algo similar con la que pasa ahora con el COVID-19), Cannes para 1947 decide celebrar una edición muy extraña y particular, donde nuevamente toma producciones de la década para dividirlas en premios especiales por rubro o por “tema”, por ejemplo premiando como mejor comedia musical a Ziegfeld Follies (1945) de Vincent Minnelli, y a Dumbo de 1941, como la mejor animación.

De nuevo para 1948 y 1950 el festival se cancelaría por falta de fondos, pero el año intermedio, 1949, sería el primero en instaurar a una ganadora por edición (aunque los empates podrían darse, siendo 11 en la historia, el último de ellos en 1997), siendo The Third Man de Carol Reed la premiada con el Gran Premio del Festival.

Dicho gran premio cambiaría su nombre para 1954, siendo entregada por primera vez un año después (1955 con Marty) la conocida “Palma de Oro”, la cual prevalece hasta nuestros días. Como dato curioso y como ya lo veremos en la siguiente entrega de este gran especial de Cannes, el Gran Premio del Jurado (o actualmente solo Premio del Jurado), sería instaurado hasta 1967, como un “segundo lugar” del Festival.

Anterior a este 2020, Cannes sería cancelado también en 1968, año de las protestas estudiantiles contra el sistema capitalista y las organizaciones políticas.

Siendo 97 las películas galardonadas en Cannes, es el objetivo de este conteo hacer la selección de las 30 mejores en la opinión de su servidor, tomando en cuenta ya sea el Gran Premio del Festival y/o la Palma de Oro (se dejará de lado las premiadas en la edición de 1947). Ya habrá tiempo para un mejor Cannes en 2021, pero por el momento podemos deleitarnos con su historia a través de estas 30 joyitas:

 

30 – Fahrenheit 9/11 (Michael Moore, Estados Unidos, 2004)

Tras el fastuoso ejercicio de Columbine (que prácticamente puso en la mira al formato documental en un contexto fílmico comercial e internacional), Moore se abalanzó sobre el gobierno estadounidense con su proyecto más arriesgado y trasgresor, una cruenta investigación sobre el trágico 9/11 desde la perspectiva anti gubernamental que lo caracteriza, dotado de un excelente montaje, narración de hechos y posicionamiento de personajes reales como si se tratasen de complejos personajes de ficción, elementos suficientes para de nuevo encausar un thriller político de trasfondo histórico y narrativo sustancial que recibió según los asistentes, una ovación de 20 minutos durante su presentación y posterior victoria en Cannes.

 

29 – The Conversation (Francis Ford Coppola, 1974)

Infravalorada obra que daría a Coppola la primera de sus dos Palmas, y que se vio eclipsada en el mundo occidental solo por existir en medio de las primeras dos obras de El Padrino, vaya paquetito ¿no lo creen? Y que aun así se establece como uno de los vehículos de suspenso más honestos e hipnotizadores de la década de los 70. La película es un solo de Gene Hackman (aunque destaca la presencia de John Cazale), que se adhiere de manera fiel al estereotipo “paternalista” y deshumanizador de Coppola dentro de un thriller de espionaje que siempre dice más de lo que parece, y en donde el director de nuevo no tiene ninguna concesión hacía de la devastación emocional de su protagónico.

 

28 – Amour (Michael Haneke, Austria, 2012)

Uno de los cineastas en haber ganado la Palma en dos ocasiones, la 2a de ellas gracias a un drama de desarrollo dispar y de una lentitud narrativa bastante cuestionable, fijada tanto en captar la monotonía y el romance en una etapa de vejez, como la progresiva y lenta degradación mental sufrida por Alzheimer. Pero entonces, ¿dónde radica la maestría de esta gran y cruda pieza de realidad? Precisamente en un final tan impresionante que nadie esperaba, ni el espectador, ni mucho menos Cannes, un giro moral tan cuestionable, siniestro o piadoso, como lo es su lento desarrollo. Haneke sabe su oficio, y como su primera vez, conoce que la carrera muchas veces se define en el último tramo, uno del que aún resulta difícil sobreponerse.

 

27 – Kagemusha (Akira Kurosawa, Japón, 1980)

Otra pieza samurái–western producida por George Lucas y Francis Ford Coppola en una especie de retribución hacía su mayor fuente de influencia artística, y es que aún Kurosawa en su versión más comercial y simplista, aquel año y con el poder mediático a tope, parecía la opción más indicada para ser conmemorado con un premio que se le había negado solo en una ocasión, en 1956. Aunque no la considero en un Top 10 del director (pero quizá sería el más lógico bonus), la virtud de Kagemusha reside en su impresionista puesta en escena, logrando una especie de híbrido entre su cine de aventuras más clásico, la corriente alemana de los años 20 y por supuesto, su occidentalización. Un producto digno y entre los mejores de Cannes, pero aun así un poco distante de lo mejor de Akira

 

26 – L’Enfant / Rosetta (Jean-Luc y Pierre Dardenne, Bélgica, 2005, 1999)

Así como ha habido empates en la competencia por la Palma, me permití entonces simular dicho evento en este lugar con un doble dúo, del mismo cineasta bicéfalo belga Dardenne, uno de los símbolos fílmicos neorrealistas más conservados en la actualidad. Primero con Rosetta, los hermanos desmenuzan el entorno social en los pasos de una chica que solo busca salir del hoyo con un trabajo digno, comulgado con su ideal de una mejor vida y responsabilidad que no la destine a su cercana situación familiar. Después lo vuelven a hacer con El Niño, otro retrato de adversidad social (y del sentido paternal) donde quizá alcanzan su punto máximo como cineastas, al patentar un estilo tan natural que pocas veces es difícil distinguir la realidad de la ficción.

 

25 – Blowup (Michelangelo Antonioni, Reino Unido, 1966)

Su título engloba de manera perfecta la sensación de esta obra de culto de Antonioni, una pieza de la cultura pop londinense que se aleja lo más posible de la convencionalidad narrativa para ejercer una fuerza tan extraña como hipnótica, digna de la adaptación de un cuento de Julio Cortázar. El cineasta italiano será criticado incluso por no denotar un principio o un fin, pero será en su sentido más voyerista, en donde el fotógrafo de modas protagonista de este relato se convertirá no solo en una extensión del propio director, sino también en una analogía de todo espectador que ve reflejado en el cine todos sus sueños y más siniestras obsesiones. Michelangelo confundió a Cannes y al mundo con una obra rara y compleja.

 

24 – The Square (Ruben Ostlund, Suecia, 2017)

Brillante comedia negra que arremete de manera incisiva al supuesto intelecto del arte abstracto y su cada vez más inexplicable expansión. Con toques surreales (característica primordial del cine sueco), Ostlund sorprende son su histérica sátira también al hacer una metáfora de dicha absurdez hacía con su protagonista y su accidental pero hilarante odisea, en una especie de thriller corporativo que no teme al escándalo de algunas de sus secuencias, mandando al carajo toda corrección política y “buenos modales”. Una obra que habrá que revalorar como de las mejores en su década, la secuencia del hombre simio es no solo una cátedra de incomodidad y suspenso, sino uno de los pináculos más peculiares de la comedia más negra en la historia del cine.

 

23 – The Piano (Jane Campion, Nueva Zelanda, 1993)

Hay algo en El Piano de Campion que la convierte en una película incomparable, y eso es el contraste que logra a partir de lo exquisitamente visual que es, a la par de la intensa violencia que narrativamente sugiere, forjando un cuadro románico erótico, trágico e inexplicable, nacido del chantaje y del abuso, y que poco a poco se va trastornando en placer, sumisión, obediencia y por supuesto… obsesión. El amor queda tan varado como el piano en una primera instancia, mera excusa para desarrollar un trío romántico con una sola y real víctima, la inocencia (metáfora también del amor), encarnada en una Anna Paquin tan adorable como inmersa en su papel, quizá regalando la mejor actuación que una niña haya logrado en la historia.

 

22 – El Hombre de Hierro (Andrzej Wajda, Polonia, 1981)

Cannes también ha sido tendencioso, mostrándose en algunas ocasiones más solidario que objetivo con ciertas causas políticas o sociales, siendo quizá el más sonado de los casos esta secuela de Wajda de El Hombre de Mármol, y que para bien de la cinematografía, coincide con ser uno de los documentos artísticos–históricos más sobresalientes de la historia gracias a que Wajda narra un acontecimiento en el instante de sus sucesos: el movimiento sindical–obrero en contra del régimen comunista en Polonia. Si bien es una combinación entre ficción y realidad (con varios pasajes de material documental), el experimentado cineasta no pierde su sentido dramático, filmando con mano de hierro una entrañable odisea de heroísmo y fraternidad, más madura y mejor afianzada que su antecesora.

 

21 – Shoplifters (Hirokazu Koreeda, Japón, 2018)

Con la marca de uno de los cineastas más importantes de la pasada década, la capacidad de Koreeda de llevar a cabo dramas complejísimos a partir de las situaciones más convencionales, ve de nuevo en este conmovedor relato la oportunidad para explayar las emociones más naturales y espontáneas, transformando de nuevo al núcleo familiar en un cúmulo perfectamente estructurado tan cautivante como perturbador, y en este peculiar caso, también complementario a una punzante relato criminal y de crítica social que se corona de manera asombrosa con un impactante giro final. Koreeda es sin duda, el traductor más analítico y honesto de la sociedad japonesa en la actualidad.

 

20 – El Sabor de las Cerezas (Abbas Kiarostami, 1997)

Cinta encargada de posicionar al cine iraní en la vista y admiración de todos los Festivales. La compleja trama es una invitación a un viaje contemplativo y existencialista: Un hombre de mediana edad conduce su camión en las áridas carreteras buscando a alguien que lo entierre ya que ha decidido suicidarse. El neorrealismo es puro y las reacciones de los distintos personajes parecen incluso documentadas y/o improvisadas; el hombre y su vehículo son el hilo conductor entre una serie de diálogos y confrontaciones que durante 90 minutos enfrentan al espectador de nuevo a la situación de ser un jurado y ponerse en la piel de dichas víctimas. No es una película para todos, pero si una para comprender la esencia de su director y del cine iraní

 

19 – Brief Encounter (David Lean, Reino Unido, 1945)

Primera aparición de una de las multi premiadas de aquella peculiar edición de 1946, estamos ante la cinta consagratoria de David Lean, en la antesala de su etapa como el gran forjador y ejecutor del cine bélico y/o de aventuras. Lo que es un tierno y muy ágil relato de amor, es también una historia sobre infidelidad que convierte y olvida a la parte moral en como su nombre lo indica, un tierno y breve encuentro impregnado de un ágil ritmo y tensión entre sus dos protagonistas, el cual será llevado por su amor prohibido a un final tan emocionante como también devastador. Un pequeño encuentro con el más alto nivel de cine a través de la repetición “prohibida” de una sola acción, es obvio que Cannes no podía dejar pasar este imperativo evento fílmico.

 

18 – The White Ribbon (Michael Haneke, Alemania, 2009)

La mejor película de Haneke es también el testamento más onírico sobre el origen del fascismo, referenciado de manera obvia en esta pequeña aldea y antes de la primera guerra, a la concepción más básica y siniestra del nazismo. El ritmo impreso por el cineasta austriaco es sumamente inquietante, en lo que será una serie de sucesos alegóricos al régimen protagonizados por un grupo de niños que progresivamente van cambiando su ideología hasta doblegar al sistema “opresor” que ellos mismos “manipulan”. Existen retazos en los que es difícil distinguir incluso si Haneke  comparte dichas creencias, pero su hipnosis visual es tan magnífica como perturbadora, que el espectador da solo por sentado el origen del mal, contrastado por la presencia infantil.

 

17 – Roma città aperta (Roberto Rossellini, Italia, 1945)

Llamada la obra por antonomasia de la corriente neorrealista, basta mencionar que Rossellini “abrió” Roma aun cuando la guerra seguía su curso, filmando con escasos recursos una cruenta joya vivencial, testigo de las devastaciones y nacida sencillamente de las cenizas de aquella ciudad. Trasgresora por sí sola, el legendario cineasta italiano emprendería un relato revolucionario de supervivencia que se mantiene tan impactante como actual en estas épocas, recreando una perfecta ficción sobre las ruinas de la realidad. El cineasta de la post guerra seguiría en 1946 con Paisá y en 1948 con la devastadora Alemania Año Cero (para su servidor, la mejor de esta trilogía), pero sin duda la genialidad y los cimientos de su leyenda nacieron aquí.

 

16 – The Third Man (Carol Reed, Reino Unido, 1949)

La primera ganadora del Gran Premio en su formato de competencia actual (con solo una ganadora, en su año de producción y sin ser cancelado el certamen), fue una de las cintas noir más peculiares, pero también mejor escritas, fotografiadas y entretenidas de toda una estela de éxitos en el apogeo del cine negro, citada en 1999 como la mejor aportación del cine británico al cine en su historia. Nótese no solo el poderío visual y auditivo que despliega cada cuadro de su pesimista y magnífico relato de post guerra, sino también la concepción de su misterio centrado en el arquetipo del propio Orson Welles, la mítica silueta en la sombra y figura que a la larga se convertirá en su participación y presencia más destacable en el cine. Así es, olviden al Ciudadano Kane, y tomen a Welles como Harry Lime.

 

15 – The Mission (Roland Joffe, Reino Unido, 1986)

Film de fuerte enfoque histórico y espiritual situado en los mediados de los años 1700 bajo el telón del Tratado de Madrid y la disputa entre Portugal y España por las colonias americanas con la también presión política de la figura papal. Dos vertientes, una guerrera y mundana estelarizada por un cazador de indios arrepentido de sus pecados (De Niro), y otra pacífica y pastoral proveniente del Padre Gabriel (Irons) y su marcha musical y silenciosa en contra incluso de las ideologías traídas por el nuncio papal. Bellamente endulzada con la música de Ennio (es difícil separar la legendaria partitura del Oboe del recuerdo del film) y de poderosas actuaciones, esta fue una de las más románticas y mediáticas decisiones del Festival, y una de las películas más bellas de la historia.

 

14 – Pelle the conqueror (Bille August, Dinamarca, 1987)

Una de las más estremecedoras cintas sobre la paternidad, el recién finado Sydow recibiría un premio especial por el papel de un padre inmigrante que, para buscar una mejor vida para él y su hijo, viajan junto con un grupo a una isla danesa donde consiguen trabajo en una granja, pero en condiciones similares a la esclavitud. Los reflectores dramáticos se posan así en la guía paternal y dramática, en un vaivén de emociones que transforman lo pusilánime en los principios más básicos de la fortaleza humana a través de Pelle, al cual su padre insta a que si lo desea, puede conquistar el mundo. Un guion sólido al servicio de una cátedra actoral se convierte en otra gran y clara alegoría del esclavismo fascista y el resquebrajamiento de la inocencia.

 

13 – Barton Fink (Joel Coen, Estados Unidos, 1991)

Su pieza más personal y en donde al parecer el protagonista es un híbrido entre sus dos personalidades,  los Coen logran que un sucio hotel se convierta en el reflejo paranoico de la presión y el estrés del artista, encarnados de manera surrealista en una presencia (y sentido) homicida que se torna tan siniestra como incomoda. Responsable hasta la fecha de su aún respetable estatus entre los comités europeos, la bicefalia toma un rol fundamental no solo en el suspenso de su hotel (mente), sino también en una de las representaciones más satíricas y chuscas del hipócrita sistema de industria fílmica gringa, en lo que también funciona como una exquisita y posiblemente accidental auto burla, siendo esta el parteaguas entre el pasado indie y el futuro comercial.

 

12 – Viridiana (Luis Buñuel, España, 1961)

Estrictamente de España, esta magistral obra de Buñuel alcanza un clímax autoral entre sus previos años surreales de México y los críticos clasistas europeos por venir, encausado también la mejor actuación de una Silvia Pinal que como ya era costumbre, encarna el bien y el mal, la inocencia y el deseo carnal, la dualidad humana que radica entre su cinismo y clasismo, en lo que también será su pieza más punzante y satíricamente espiritual, y de la que se desprenderán una serie de simbolismos tan surreales como legendarios. Cabe destacar el acierto y autoridad de Cannes al premiarla, pues también fue un mensaje crítico hacía la prohibición que sufrió en España, víctima del franquismo, y de ahí por qué fue acogida erróneamente como una producción mexicana por mucho tiempo.

 

11 – Dancer in the Dark (Lars Von Trier, Dinamarca, 2000)

Lars es sin duda uno de los generadores e inventores más importantes y referentes en la historia del cine. Al terminar su Dogma 95, esta prominencia fílmica sugirió no solo una total reinvención del melodrama y del convencional relato del “enfermo”, sino también del género musical, al tomar de su dogma ciertos estatutos para encausar la desgarradora odisea de esta emigrante checa, en una espiral de desgracias que no otorgará, fiel a su costumbre, ninguna concesión al espectador que ose admirarla. La comunión de esos frescos números musicales con los tintes crueles de su desgracia desata así una de las obras más inquietantes, tristes y relevantes de los últimos 20 años. Fascinante, aún en día resulta complicado digerirla.

 

10 – Parasite (Jon Bong-hoo, Corea del Sur, 2019)

La mejor del 2019 y una de las mejores de la década, de una agilidad narrativa que lo hace parecer como si tuviera 30 películas encima, Bong cambia de nota pero no de discurso, con un fastuoso cuento de suspenso (que evocan al mejor de los Hitchcocks con ese excelso manejo de espacios) conformado por variados giros bien cimentados en el nuevo choque y evolución de su crítica social. Sin duda firmando su mejor obra (segunda en conseguir la Palma y el Oscar en la historia), Parasite no es solo es una fascinante cátedra de tensión fílmica que deja por momentos sin respiro al espectador, sino también una alegórica y punzante comedia negra sobre la diferencia de ideologías, intelectos y situaciones de las clases sociales a nivel universal.

 

9 – The Tree of Life (Terrence Malick, Estados Unidos, 2011)

El Malick más surreal, filósofo, psicológico, dramático, paternalista, contemplativo, expresionista y existencial; precisamente las variadas ramificaciones de este árbol narrativo y evolutivo son las que van construyendo una joya sin precedentes, sumida totalmente en un estilo lírico y de estética contemplativa. Muchos la acusaron de pretenciosa ¡y lo es! Pero aquí lo que se debe terminar juzgando son los resultados de dicho y complejo manifiesto centrado en el lugar que ocupa una familia, su relación, traumas y final reunión en el más allá, en el gran árbol de la vida, desde la formación del universo hasta el final de cada ser humano. Impecable de principio a fin, fue, es y será un hito artístico en el árbol del cine.

 

8 – La Dolce Vita (Federico Fellini, Italia, 1960)

Roma vuelve a ser escenario de una gran victoria en Cannes (y pensar que los franceses idearon el Festival en competencia con los italianos), pero en esta ocasión la revitalizada ciudad luce llena de luz, de pasión, de glamour y claro, de paparazzis, con un Marcelo encarnando la dualidad del “macho” europeo, tan distante emocional como ajeno de la humanidad, pero alegando bajo la siempre excelsa batuta de Fellini, la final expiación en las costas italianas. La Dolce Vita es bella pero más agridulce que lo que refiere en realidad su título, siendo una rica ironía que el maestro italiano perpetua durante casi todo el metraje de su film, en un relato que como Antonioni, Rossellini y otros contemporáneos como Sorrentino, parece no tener ni un principio, ni un fin.

 

7 – The Pianist (Roman Polanski, Reino Unido, 2002)

Dice un viejo proverbio chino que “una imagen vale más que 1000 palabras”. Roman al parecer lo tenía claro cuando vio a su madre cautiva (y muerta) en Auschwitz, cuando mendigó por las calles escondido de los nazis, cuando Charles Manson asesinó a su esposa Sharon Tate, y cuando Wladyslaw “Wladek” Szpilman sobrevive a través de su música, tocando el piano y esperando la gracia de una lata de pepinillos. Roman conocía el dolor y se atrevió a transmitirlo con el único lenguaje que él conocía… el artístico, en esta tan hermosa como dolorosa combinación entre música y celuloide que se resume de manera perfecta en aquella brutal pieza clímax. Repito, es irónico que alguien que debería estar tras las rejas, pueda hacer este nivel de cine.

 

6 – Pulp Fiction (Quentin Tarantino, Estados Unidos, 1994)

Cuanto Tarantino era solo con dos piezas en su currículum, uno de los más frescos y potentes autores de los 90, Cannes confirmaría dicho estatus premiando una obra que quizá en su rubro solo sea superada por lo hecho por Coppola en los 70 y Scorsese solo 4 años antes. He aquí un autor en todo su esplendor y fuera de los pecados que lo irán poco a poco degradando; Tarantino deja de lado su estática y asumiendo el movimiento; sus dialectos y conversaciones están ahí, sus mesas y demás elementos así como también su siniestro y negro humor, sin embargo esta gran fábula gansteril brilla como el oro de su maletín macguffin gracias a que él mismo no se respeta y sale valiente y airoso de su zona de confort. Todo en perfecta armonía y conexión, hasta sus fetiches lucen grandiosos.

 

5 – Underground (Emir Kusturica, Yugoslavia, 1995)

De la antigua Yugoslavia, llega esta exquisita puesta en escena donde la tristeza pocas veces había sido tan hermosamente expresada y transformada en alegorías surrealistas llevadas al límite de la extravagancia y la felicidad; una fiesta constante visual y narrativa donde Kusturica exprime las bondades humanas para usarlas al servicio de una percepción bélica y romántica bastante retorcida: Marko se refugia bajo tierra durante la guerra manufacturando armas, pero al final del conflicto, sigue engañando a su amigo convenciéndolo que allá arriba aún no es seguro; cuando el secreto es descubierto, he ahí el final de la rica metáfora ¡Ya no existe Yugoslavia! Una locura tan desgarradora como magnífica, con una ambientación suprema y la imprescindible banda sonora de Goran Bregovich.

 

4 – Taxi Driver (Martin Scorsese, Estados Unidos, 1976)

Sucia, oscura, un retrato de la escoria que habita en la sociedad, así es esta joya atemporal y adelantada a su época. Scorsese define un arquetipo de antihéroe único en el cine, un mundano y común taxista nocturno que sufre de insomnio y que progresivamente se va transformando en un vengador anónimo al ver toda la podredumbre social y política de su entorno; no es un héroe, tampoco un villano, sino un complejo ente que persigue un objetivo: aportar su existencia para transformar su aberrante ambiente en un lugar mejor para vivir. La asociación con sus criaturas de la noche y la red del bajo el mundo de la prostitución infantil,  hasta los confines de las figuras políticas que son representadas como simples marionetas, este vengador de la posesión mental y de la hipocresía no está tan loco como parece.

 

3 – El Salario del Miedo (H.G. Clouzot, Francia, 1953)

No hay pieza que defina mejor el suspenso que esta trepidante joya y sin duda la mejor aportación técnica y narrativa del cine francés a su propia festividad. El compromiso que requiere Clouzot por parte del espectador se convierte en uno de los lazos fílmicos no solo más íntimos y empáticos, sino también más emocionales cuando se comience a somatizar toda la tensión vertida en un metraje que literalmente con cada curva de su mortal camino, lleva hacía un destino o un final tan inesperado, como esperanzador y/o trágico. En un según plano digno de también digerir por parte de la clase obrera, la crítica hacía el sistema laboral es recia y tan inmisericorde como su trayecto, formando así un conjunto de sudor y miedo que incluso hacen ver a Hitchcock muy, pero muy diminuto.

 

2 – Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, Estados Unidos, 1979)

El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad nunca verá otra mejor adaptación que esta, la mayor épica – odisea de cine bélico donde puede notarse otro de los grandes trucos narrativos de Francis Ford Coppola, reflejados en los pequeños detonantes a lo largo de su relato en forma de personajes secundarios y escenas de inmensa calidad que sirven como nexos de su viaje y elementos que alimentan la psique y estructura de su “antihéroe”. De nuevo jugando al tópico paterno en una espiral progresiva de demencia, el estilo de Coppola se adapta tanto a Conrad, como sus tinieblas a tono del director. Además, Brando – Coppola de nuevo logran recrear a uno de los personajes – villanos más legendarios del cine, dando a Cannes una de sus más preciadas joyas.

 

1 – Paris, Texas (Wim Wender, Alemania del Oeste, 1984)

Sin temor a equivocarme, una de las piezas más conmovedoras que nos ha regalado el séptimo arte, obra que dentro de todo su romanticismo conlleva un giro final que corrompe los mismos ideales y sentimientos más afectivos de este y del género sin dejar de ser tierna y cautivante, y donde el amor queda de lado para transformarse en algo más supremo… un himno de compasión. Lo mejor de Wenders y ganadora de todo en Cannes (Palma, jurado y prensa), su majestuosa belleza solo es equiparable al catedrático tono de misterio impreso por Wim, un hábil distractor de tanta gracia y espontaneidad para que el espectador se vea envuelto de manera absoluta dentro de una catarsis ajena a todo truco sentimental o lacrimógeno. La belleza hecha cine, se funde metafóricamente y simbólicamente en la eterna y legendaria presencia de Nastassja Kinski.

 

 

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


11 Comments

  • Otras que faltaron:

    -La Balada de Narayama: La organización social y económica que maneja es fastuosa, mostrando la diferencia en la calidad de vida relacionada con la salud con 2 personas que, independientemente de su estatus social, economía, etc. pese a tener la misma enfermedad, pueden tener diferentes percepciones de su calidad de vida. También muestra lo lejos que uno puede llegar con tal de ayudar a sus seres queridos.

    -Elephant: Basada en el tiroteo de Columbine, pero en lugar de recrearlo busca hallar la respuesta entre sus implicados (tanto víctimas como asesinos) para explicar qué pudo haber causado tal atrocidad y recordar que se perdieron vidas, gente con amigos, aspiraciones y sueños. Gus van Sant crea un reflejo del asesinato que resulta aterrador por momentos, la muerte no se glorifica: un sólo balazo y ya estás muerto y la gente no reacciona como debería porque nadie se puede creer lo que está pasando. Mirándola fríamente puede que no sea tan buena, pero no se puede negar el impacto de la mejor parte de la “trilogía de la muerte.”

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  • Sin olvidar tampoco el tremendo drama de Mike Leight: Secrets & Lies.

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  • Me gustó tambien mucho “La Anguila”

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  • El gatopardo
    Un hombre y una mujer
    All that jazz
    corazon salvaje
    Las mejores intenciones
    La eternidad y un dia
    Deberian estar alli, en desacuerdo con el primer lugar: deberia estar Apocalypse now a pesar que Wenders me encanta. No soporto Lars von Trier. Me alegra que hubiera rescatado a Kusturica

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  • Estimado, creo que está lista podría ampliarse fácilmente a 40 (o más), con posibles menciones a Elephant, las 2 películas de Ken Loach, Maria Candelaria, The Lost Weekend, Secrets & Lies, MASH, entre otras, aunque claro, sin incluir a la titánica estupidez que ganó este año.

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