Philosophy of a Knife, el invierno de la humanidad

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Hace aproximadamente 2 meses se hizo muy popular en las redes sociales (por lo menos entre los que apoyamos causas de no violencia contra los animales) el caso de Twinky, un perro en situación de calle que fue salvajemente atacado por un tipo con un machete. El ataque literalmente destrozó el hueso de una de las patas delanteras del perro y tuvo cortaduras menores (pero no menos importantes) en las patas traseras.  El caso fue denunciado por una asociación protectora de animales, la indignación y los donativos no se hicieron esperar. El perro fue llevado de inmediato a un hospital por su rescatista y los demás pudimos atestiguar paso a paso la recuperación de Twinky. Finalmente, una persona, quien le dio hogar temporal a Twinky, terminó por encariñarse tanto con el can que decidió adoptarlo permanentemente, Twinky, su rescatista y finalmente su adoptante han hecho historia y lograron conmover a los lectores hasta lo más profundo. La pregunta, sin embargo, quedó sin resolver: ¿qué motiva a esta gentuza a abusar así de animales -en este caso- indefensos? ¿qué antecedentes de violencia e inconsciencia se necesita para realizar un acto de barbarie como este?

Historias como ésta hay miles en todos los países del mundo, creo que la “civilización” de la sociedad en muchos casos únicamente ha logrado desplazar la violencia hacia víctimas aparentemente con menos derechos y en el peor de los casos sin voz. En Londres, por ejemplo, cada verano los civilizados londinenses echan a la calle cientos de perros y gatos tan solo porque no encuentran quien quiera hacerse cargo de ellos durante sus vacaciones. El gobierno local no prestó atención a este problema hasta que fue tan grande que se convirtió en un asunto sanitario de lo contrario nadie habría hecho algo al respecto.

En el 2005 el periodista y escritor norteamericano Don Winslow publicó El Poder del Perro, una radiografía de la situación del narcotráfico en México, cada una de las más de seiscientas páginas de este libro es una agonía para el lector, al punto que es de las pocas novelas que me ha provocado pesadillas literalmente y he debido abandonarlo en más de una ocasión. Basada en una investigación seria del autor la novela describe a detalle la forma en que los carteles perpetran crímenes ante la imposibilidad de las autoridades de hacer apenas casi nada más que tratar de mantener a raya a toda esta gente corrompida por el dinero y sed de poder.

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Cuando vi el documental Shoah (catástrofe en hebreo) por primera vez creí haber visto el pináculo de la podredumbre humana a través de la voz de cientos de sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial que narran las atrocidades a las que fueron sometidas por el régimen nazi. Desde 1944 una de las misiones del pueblo judío ha sido evitar que se olvide el holocausto de que fueron víctimas no sólo más de seis millones de judíos, sino también húngaros, homosexuales, gitanos, polacos y un larguísimo etcétera. Si bien la misión de todo judío es evitar que este horror se olvide, no por rencor, sino para evitar que se repita, también lo es crear consciencia de que nada de esto, el holocausto, la violencia en México (y en el mundo) y el ataque cada vez más violento a los animales sería posible SIN  la participación, o aún peor, la omisión,  de la sociedad en general.

Poco habría hecho Adolf Hitler sin la complicidad de toda la sociedad alemana, poco sería el terreno que ganan quienes secuestran a nuestra sociedad diariamente si no decidiéramos “mirar para otro lado”, y nadie lastimaría a un ser vivo si dejáramos de pensar  que no tenemos nada que ver con su sufrimiento. Los avances científicos y tecnológicos no sólo han dado cuenta de nuestra modernidad, aparentemente también nos ha hecho omnipotentes y nos ha hecho creer que hemos ganado el “derecho de piso” para levantar el puño en señal de victoria mientras sometemos al indefenso bajo nuestro pie contra el piso.

Muchas son son los horrores cometidos en nombre de D-os, de la ciencia y del progreso. Sin embargo, creo que es la sofisticación del abuso cometido el verdadero termómetro de la maldad, y hace falta una mente genial o perversa y bastante creativa o enferma para plasmar en la pantalla los alcances que se pueden lograr cuando, en medio de un caos bélico donde todo es permitido, la ira, la maldad y podredumbre humana se desatan. Philosophy of a Knife es una mezcla de documental y dramatización (que incluye pietaje original tomado de los archivos del ejército japonés) que reproduce -casi de manera enfermiza- los experimentos que realizó el ejército nipón con prisioneros de guerra rusos y chinos durante la Segunda Guerra Mundial, en parte alentados por los experimentos que tuvieron lugar en los campos de concentración nazi.

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Infecciones con virus de sífilis para “registrar” los estadios de la enfermedad, descargas masivas de rayos ultravioleta para “conocer los efectos nocivos de estos rayos”, formación de distintos cánceres malignos y deformantes, extracción de piezas dentales “para conocer el umbral de dolor” de las víctimas, cesáreas sin ningún tipo de anestesia a mitad de gestación, sangrado forzado y cercenamiento de miembros, así como pruebas de los efectos de armas bacteriológicas en humanos son algunas técnicas que utilizó el escuadrón encubierto 731 japonés so pretexto de la supremacía racial.

El documental está divido en dos partes, y en caso de superar la primera parte, recomiendo ampliamente ver la segunda. No son escenas fáciles de ver, considerando que más allá de lo impactantes que pueden ser las imágenes, se estimulan la actividad cerebral y generan un millón de preguntas. Si bien en el pasado ya fuimos provocados por la brutalidad oriental en el documental que muestra el terrible destino de las niñas no deseadas en China, The Cove y la matanza asquerosa de delfines, la trilogía de la directora Deepa Metah sobre el abuso de que son víctimas de las mujeres hindúes, los horrores de la guerra en Lebanon de Samuel Maoz o el maravilloso documental animado Waltz with Bashir de Ari Folman, incluso en teatro la tetralogía de Wajdi Mouawad, A Philisophy of a Knife hela la sangre.

Como supondrán, el arte en forma de cine y lectura han hecho de este invierno uno de los más fríos para mí, no importa cuánto trate de cobijarme con buenos deseos y esperanza en la humanidad. No debimos esperar demasiado para que la profecía de Bob Dylan se cumpliera: “a hard rain is gonna fall“.

*Los enlaces siguientes muestran las dos partes de la película completas, están en inglés sin subtítulos en español

IJ

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Equipo editorial de Cinescopia.


2 Comments

  • Excelente artículo, apreciable compañero. Es de destacar, por supuesto, un hecho innegable: Estos abominables actos no son exclusivos de un grupo racial, social, nación o religión; a lo largo de la historia humana y a lo ancho de todo el mundo actos inmundos como estos se cometen una y otra vez. Y nadie, pero nadie, está a salvo. Y tengo que confesar que me encantó su frase: “En nombre de Dios, de la ciencia y del progreso”.

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