The Killing of a Sacred Deer: Una belleza trágica y angustiosa

Invite a una amiga a esta premier y al llegar al cine me dice “¿y de que se trata esta película?”, a lo que le conteste con toda sinceridad “Créeme que no sé, pero sospecho que es de esas películas de arte muy aburridas, así que si te duermes, no te preocupes, ni me ofendo ni nada”.

¡Otra de mis grandes equivocaciones cinematográficas! Esta película tiene todo menos ser aburrida. La historia va de un Cardiólogo cirujano que tiene una extraña relación con un chico de 17 años. Este médico está casado y tiene dos hijos, una chica de 13 años y un chico de 10 años y son una familia con buena posición social y económica. Todo parece estar bajo control cuando de repente empiezan a suceder una serie de eventos que van afectando a la familia.

¡No quiero decir nada más! Es una gran historia de intriga y terror psicológico al límite.

El personaje del Doctor lo hace Colin Farrell y la esposa la interpreta Nicole Kidman; el reparto se completa por los hijos Raffey Cassidy y Sunny Suljic, y Alicia Silverstone en una aparición pequeña pero muy buena y convincente, todos haciendo un excelente trabajo.

Sin embargo el que merece una mención aparte es Barry Keoghan como “Martin” (el chico con el que sostiene la relación el medico); con una actuación impecable, tensa y llena de intriga, te dan ganas de ahorcar al chamaco, pero al mismo tiempo crees que es una víctima de las circunstancias (después lo ves comiendo espagueti y le quieres clavar el tenedor en la pierna) ¡Gran, gran actuación! Todos ellos bajo la dirección de Yorgos Lanthimos ¡excelente dirección!

La película tiene un ritmo ascendente, lento, absorbente; quieres razonar lo que acabas de ver u oír cuando ya estás en otra escena que roba tu atención.

La fotografía de Thimios Bakatakis es muy bella, tomas muy al estilo de Kubrick con planos largos llenos de riqueza visual, acompañados de una música extraña.

Un guion excelente, ganador del festival de Cannes 2017, del mismo Lanthimos y Efthymis Filippou con cada personaje perfectamente bien estructurado y ningún cabo suelto. Todos los detalles perfectamente bien cuidados. Maneja un terror psicológico que te va envolviendo hasta llevarte a un shock total que te deja sin habla. Una película de “digestión lenta” pero que entre más la piensas más te gusta, más la entiendes. No tiene una lógica convencional y tal vez de ahí emana su belleza. Una belleza trágica y angustiante.

Una película que después de verla amerita dos tazas de café (o una botella de vino, según su compañía) para comentarla.

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