Fue la mano de Dios: El nacimiento de una pasión

Conocí a Paolo Sorrentino por allá del 2014 cuando La grande bellezza se hizo acredora al reconocimiento mundial y no es una exageración decir que quedé enamorada de su cine desde aquella primera vez que lo vi. Dentro de la irreverencia y su toque de humor tan particular, saltaba un poco el hecho de que Netflix fuera el distribuidor de su próxima película, algo que prometía algo distinto sin dejar de lado su marca particular.

Fue la mano de Dios (È stata la mano di Dio, 2021) narra la historia de Fabietto Schisa, un chico de 16 años y su vida en su natal Napolés, todo esto rodeado de la llegada de Maradona al equipo de futbol local.

Creo que es importante aclarar, como primer punto, que la cinta no está orientada hacia fans del deporte (o específicamente de Diego Maradona), sino que el fútbol toma importancia como un gran vínculo dentro de la vida del joven Fabietto, y es justamente esta pasión uno de los hilos conductores de este Coming of Age.

Dentro de la fascinación que para mí significa el cine de Sorrentino, hay un despliegue de detalles, de representaciones que conforman lo que se podría definir como el vórtice de la filosofía. Y esto es precisamente su sello, más allá de una estructura que venía manejando desde filmes anteriores, pero que en este ve un cambio hacia una narrativa “más convencional” pero no por ello dejando de ser excelsa.

Esto podría deberse a un par de aspectos: el sello Netflix, en primera instancia; y la naturaleza del relato como segunda, el cual toma mucho valor considerando el tiempo que el director se tomó para realizar este largometraje, su más íntimo, revelador y más sensible hasta la fecha.

Sorrentino hace gala de su maestría para la narración hacia un climax que no puede dejar impasible, cada minucia, cada fragmento aporta algo para la construcción de ese momento de revelación en lo que todo comienza a cobrar sentido, y todo se va absorbiendo hermosamente para hacer de una vivencia personal, algo universal e identificable.

Tenía presente que el filme contenía elementos autobiografícos (desconociendo hasta qué punto), y es embelesante cómo todo esto va de poco en poco conectando por completo con la esencia del director, dándonos pistas sobre sus inicios en el séptimo arte y los cimientos de la definición de un estilo.

La magia del cine de Sorrentino se siente con cada nota musical, con cada paneo, con cada simbolismo e incluso con cada escena de tono erótico; pero son precisamente todas esas insignias las que seducen y recuerdan que el cine está muy ligado a la poesía, no haciéndose de sentimentalismos ridículos sino todo lo contrario, atribuyendo esto en su totalidad a la audacia de un director que es capaz de hacerte saltar de la lágrima a la risa en un par de segundos.

Todo esto es Fue la mano de Dios, un filme que nos muestra el valor que una pasión puede añadir a la cotidianidad de los días y cómo esto llega a impactar durante el transcurso de la vida. Una historia de hallazgo y extravío, de encuentro y divergencia, pero sobre todo, una historia sobre ser humano.

 

Napule è mille culure / Napule è mille paure Napule / è a voce de’ criature / che saglie chianu chianu e / tu sai ca nun si sulo.

Nápoles es mil colores / Nápoles es mil miedos / Nápoles es la voz de los niños / que se alza despacio despacio / y tú sabes que no estás solo.

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Acerca del autor

Kim Tobias   @kimm_tobias  

Enamorada del cine clásico y los guiones astutos. También odio los finales felices... ["La estimulación visual es la razón del cine. De otra manera podríamos simplemente apagar las luces y llamarlo radio" R.A.]


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